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Pablo Pizarro: «De argentino me queda que hablo por los codos»

A CORUÑA CIUDAD

PACO RODRÍGUEZ

27 mar 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La nueva y buena generación de cocineros coruñeses decidieron crear una asociación. «¿Y quién va a ser el presidente?», preguntó Pablo Pizarro. «Tú», contestaron al unísono sus colegas. «Me llevo bien con todos. La idea surgió a raíz del Fórum Gastronómico. Nos dimos cuenta de que había que hacer algo y creo que puede ser una forma de dar a conocer a esta promoción de cocineros, promover cosas distintas?», reflexiona sobre el colectivo que presentarán en sociedad el próximo 21 de abril. Pablo Daniel Pizarro Varela nació en Argentina en marzo de 1979. De padre de Buenos Aires y madre de Castro Dozón, al lado de Lalín, lleva desde los diez años en Galicia. No tiene acento bonaerense. «De argentino me queda que hablo por los codos. Y también sigo a la selección argentina y al Huracán», asegura. Tiene dos hijas, Nerea, de 10 años, «que es una santa», y Carla, de 4, «que es un terremoto». Conoció a su mujer en el instituto Paseo de los Puentes. «Soy de la primera promoción. Recuerdo que al principio no había gas», apunta. Dice que era un «pésimo estudiante» y, como le gustaba cocinar en casa, emprendió ese camino. «También quería ser entrenador de fútbol o político», destaca.

Lucas Pérez, infantil

Hasta hace tres años Pablo fue entrenador en el Victoria. «Entrené a los infantiles, prebenjamines? Recuerdo que dirigía a los que eran un año mayores que Lucas Pérez y de vez en cuando convocaba a los del primer año, pero a Lucas, nunca, y eso que ya era bueno. Menos mal que me dediqué a la cocina», comenta sonriente. Pizarro pasó por los fogones del Asador Coruña, del restaurante de Pablo Gallego, del hotel AC de Matogrande? «Mi primera experiencia como jefe de cocina fue en el Zanko, en Alfredo Vicenti. Mi debut fue un desastre, pero aprendí mucho», relata. Después pisó las cocinas del Pimentón, Cienfuegos, y los hoteles Finisterre y Attica 21, donde estuvo seis años. En septiembre del 2014 le propusieron el proyecto del Bocanegra. «Mucha gente se cree que el local es mío porque mis jefes me dan libertad total», destaca sobre los propietarios del negocio, de la familia que en su día tuvo las legendarias cafeterías Buenos Aires, en la plaza de Galicia, o el café Savoy, en San Andrés. «Tuve ideas para montar un negocio propio, pero me fueron apareciendo ofertas», confiesa en la terraza del establecimiento de Riego de Agua. «Estamos muy contentos. Hacemos el segundo aniversario en septiembre y ya estoy preparando algo. La siguiente evolución en la carta va a ser tener cien por cien productos de proximidad, pero sin renunciar a platos que siempre se mantienen, como el bocata de calamares, que nos puso en el mapa. Lo hicimos recordando el que había en el recreo en el instituto de la Sardiñeira, cuando yo era pequeño».

Contra la apatía

Dice que en casa cocina poco.  Confiesa que su vicio es comer. «Me gusta mucho, como de todo». A la hora de trabajar disfruta con «limpiar pescados, hacer los lomos? Y eso que los solemos preparar semicrudos o marinados». Añade que «los fondos y los sofritos son imprescindibles». No practica deporte. «No me gusta correr, que está de moda entre los cocineros». Lleva las redes sociales del local y no se despega del móvil. «No lo apago nunca, pero no estoy enganchado, ni a eso ni a Internet. Mi único vicio, insisto, es comer». Se declara «tremendamente cabezón. Soy tan constante que puedo llegar a ser pesado». Odia la apatía. «Me gusta la gente comprometida y no la que le da igual todo», comenta el primer presidente de la recién creada Asociación de Cocineros Coruñeses.