Las tres de 103 que viven juntas

Dolores Vázquez A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

María Novoa, Chelo Corsanegro y Carmen Blas son las abuelas de la ciudad
María Novoa, Chelo Corsanegro y Carmen Blas son las abuelas de la ciudad PACO RODRÍGUEZ

María Novoa, Chelo Corsanegro y Carmen Blas comparten residencia y una longevidad que muchos envidiarían, ya que entre las tres suman 309 años

24 may 2015 . Actualizado a las 08:57 h.

CASI UN CENTENAR DE CENTENARIOS. Esos son los datos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística a 1 de enero del año pasado, últimas cifras oficiales publicadas, sobre los vecinos de A Coruña que superar los 100 años. En aquel momento eran 67 las mujeres que pasaban del siglo de edad y 29 los hombres. Se cumple con ello que las féminas son más longevas, aunque dicen los expertos, quizás para compensar, que ellas duran más, pero llegan peor. Eso sí, las entrevistadas siguen conservando el buen humor.

Chelo Corsanegro Ulloa, Carmen Blas y María Novoa comparten residencia, Los Magnolios, y una longevidad que muchos envidiarían. Las tres nacieron en 1912. No son las abuelas de la ciudad, pero sí un buen exponente de los centenarios.

La mayor es Chelo Corsanegro, sopló en marzo las 103 velas y no pierde la coquetería ni sus buenos gustos de antaño. Aún hoy sigue tomando un vermú blanco los domingos, una costumbre que mantuvo a diario mucho tiempo. Se permite decir que quizás sea parte del secreto de su duración. La carrera militar de su padre hizo que naciera en Valencia, pero la familia volvió a A Coruña, donde trabajó como maestra, primero en el Colegio del Ángel y luego en la Escuela de Magisterio, hasta que cumplió los 70. Recuerda cómo la Guerra Civil dejó en suspenso su plaza obtenida en una oposición como maestra nacional especialista en francés, que después le reconocieron. Aún ahora se muestra muy orgullosa de que los alumnos la visiten. «Me decían que era buena profesora, pero yo no lo creo», apunta con un cierto rubor. De los ocho hermanos que fueron solo sobrevive una, que es monja en Santander y tiene 93 años.

Chelo, hasta ahora, siempre guardó un secreto. «Hice la promesa de quedarme soltera si mi hermano y mi padre volvían de la guerra», descubre ahora, y reconoce que la cumplió pese a que tuvo miradas para un artillero. «No me arrepentí, estuve encantada con la familia y con los alumnos», afirma y destaca que ahorraba lo que ganaba para viajar e ir al cine. Cuando sus manos se lo permitían hacía trabajos de bolillos y frivolité, un encaje muy trabajado, quizás porque por sus venas corre sangre holandesa e italiana. Dice que no continúa porque su afán perfeccionista la lleva a deshacer mucho de lo que hace. La pregunta de hasta cuándo tiene pensado llegar, la zanja con: «Lo que Dios quiera» y «hasta que esté bien». Sus únicos achaques son que tiene la tensión alta y que rompió una cadera por lo que ahora se desplaza en silla de ruedas para evitar el riesgo de caídas.

La última en alcanzar los 103 es Carmen Blas. Es risueña y habladora, presume de haber nacido en la calle San Carlos y de que su familia siempre vivió en la Ciudad Vieja. De los once hermanos que fueron la más longeva fue su hermana Cándida, con 94. Su marido era militar, artillero también, como el padre y aquel enamorado de Chelo. «Me casé con 31 años, tuve dos hijos, e iba a la costura a aprender a hacer ropa, todo lo que tengo en el armario es hecho por mí», explica mostrando lo que lleva puesto y remarca, con seguridad, que «lo hacía bien». Ahora, ocupa su tiempo «con el periódico y la televisión».

«Para la comida soy muy exigente, no me gustan los manjares, pero me gusta que sea rica», comenta. «Siempre procuré comer comida sana, bebía vino con la comida, pero aquí no lo dan», dice dejando caer la frase a modo informativo. Su hijo, de 70 años, que está de visita con su mujer la delata diciendo que se pirra por los bombones. «Ahora me gustan, antes no porque no se podía», matiza Carmen . Respecto a la edad comenta: «Me hacen ilusión los 103, pero sin ruido, eso sí, un poco de tarta sí quiero».

Vivió sola hasta cumplir los 96 años, aunque la ayudaban con la compra, pero al romper la cadera y sufrir una complicación pulmonar optaron por llevarla a la residencia. «Tenía la teleasistencia de la Cruz Roja y nos dio la vida que avisaran que cayera», dice su hijo, que apostilla que «para la edad que tiene está maravillosa, tiene pocos medicamentos y nunca se ha vacunado de la gripe porque no quiere». Carmen presume de no maquillarse nunca y de tener ese cutis envidiable con un cuidado centrado solo en Heno de Pravia, aunque se queja de que ahora ya no hace la espuma de otros tiempos.

«Ganas de vivir»

De este trío, María Novoa Valencia es la más joven, cogerá a sus compañeras el 14 de junio. Nació en Ourense, también en una familia numerosa. Eran ocho hermanos, pero lo suyo es un hito. Era ama de casa y enviudó hace 21 años de un magistrado de lo Civil con el que tuvo tres hijos. Hasta hace tres años vivía con su hija María, de 72, pero sufrió un ictus y la familia optó por llevarla a la residencia porque era complicado atenderla en casa con la silla de ruedas. Habla muy poco, aunque es consciente de lo que sucede. María explica que sigue siendo presumida y que no le apasiona desde los 100 cumplir años, quizás por eso fue la única algo intimidada en el momento de las fotos. A partir de ahí dejaron de celebrárselos para no incomodarla y para que no note otras ausencias familiares que podrían entristecerla.

«Fuiste muy guapa y eres muy guapa», le dice su hija acariciándole la cara, mientras ella se mantiene atenta a todo sin perder detalle. «Tiene una salud de hierro, una gran fuerza de voluntad por lo que se morirá cuando le dé la gana», explica su hija, que la describe como una mujer «muy animada, muy divertida y con unos golpes muy graciosos». A María le gustaba salir a cenar e ir al cine y también que viviesen en María Pita, por lo bonita que es la plaza. «Sus ganas de vivir es para mí lo que la mantienen de una manera impresionante», apunta María, que la visita todos los días.

«Hice la promesa de quedarme soltera si mi hermano y mi padre volvían de la guerra»

Consuelo Corsanegro

«Me hacen ilusión, los 103 años, pero sin ruido. Eso sí, un poco de tarta sí quiero»

Carmen Blas Ramos

«Tiene una salud de hierro, una gran fuerza de voluntad, por lo que morirá cuando le dé la gana»

Hija de María Novoa

los abuelos coruñeses