La Maratón Atlántica brinda un extraño privilegio. Pocas veces se pueden ver las calles de A Coruña, hasta las del más recóndito barrio, abarrotadas de gente en chándal haciendo estiramientos a las siete y cuarto de la mañana de un domingo.
La carrera Coruña42 se ha ganado el corazón de los atletas y los aficionados al deporte. Sus elogios a la organización (y su participación y seguimiento a lo largo de todo el recorrido) neutralizaron las críticas vertidas por las severas alteraciones de tráfico derivadas de la competición.
Ya sobre el asfalto, el acierto de introducir los últimos metros de carrera por la calle Real y Riego de Agua provocó el delirio colectivo. La recta final era la Bombonera, temblaban los cimientos milenarios. Y María Pita se abría en todo su esplendor.
La motivación de los atletas era tal que muchos aprovecharon para recordar a los seres queridos. Uno de los momentos más sentidos llegó con el mágico crono de tres horas, tres minutos, tres segundos. Cruzó en ese instante la meta el responsable de categorías de base del Básquet Coruña, Fernando Buendía, que mostró una camiseta en memoria del añorado Oumar Diakité, jugador del club naranja fallecido en el 2013 tras una grave enfermedad.
No faltó a la cita el que acudió disfrazado para emular las grandes citas internacionales (Londres) o el que quiso entrar en meta con E. T. el extraterrestre en brazos.
Casi cinco mil personas en dos jornadas disfrutaron activamente de todas las actividades programadas.
Es la Maratón Atlántica. Es otra cosa.
Coruña42
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