Una ciudad con casi 12.000 extranjeros

Dolores Vázquez A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

El 4,8 % de la población coruñesa es de otros países, la mayoría del continente americano

06 abr 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El dicho popular afirma que A Coruña es la ciudad en la que nadie es extranjero, pero atendiendo a datos más estadísticos, lo son 11.889, según los últimos números obtenidos del padrón. Eso supone, algo más del 4,8 % de la población total, formada por 244.810 personas. Frente a lo que pudiera parecer, no es la proximidad lo que prima a la hora de asentarse en la ciudad, ya que según los datos, América es el mayor aportador de vecinos extranjeros, un total de 5.883, y el único en el que el número de mujeres es mucho más significativo que la inmigración masculina, pero sus cifras son tan apabullantes que tiran del cómputo general.

El país que mayor número de ciudadanos aporta a A Coruña a nivel mundial es Brasil, con 956 personas, y el que menos está justo en el lado opuesto del globo, ya que Oceanía y los apátridas censados no superaban a 1 de enero del 2014, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), las 35 personas. De Europa, de los que hay 3.496 personas censadas, A Coruña tiene mayor tirón entre la población rumana, ya que tenemos 798 vecinos de esa nacionalidad, y en Asia, de donde han venido un total de 765 vecinos, China gana el cómputo con 504.

Por su parte, la comunidad africana en A Coruña está compuesta por 1.710 personas, de las que el mayor número, 810, proviene de Senegal, y el segundo puesto es para Marruecos, con 413.

«Tiña gañas de coñecer outros países, pero vin de vacacións e quedei»

Thamirys Santos (Goina, 1987) lleva nueve años en Galicia, aunque solo ocho meses en A Coruña. Estaba estudiando Derecho, pero asegura que ansiaba libertad y por una amiga brasileña que vivía en Carballo decidió venir de visita. «Foi unha aventura. Tiña ganas de saír de Brasil e coñecer outros países, pero eu vin de vacacións e quedei», comenta en un idioma en el que entremezcla castellano y galego-brasileño. Su estancia era para tres meses, pero se asentó. «Gustoume, xa no quixen volver, aluguei un piso para min soa e empecei a traballar en cafeterías», comenta y reconoce que nunca ha tenido problemas para encontrar trabajo.

«Teño a familia en Brasil, pero isto gustoume», comenta para explicar al minuto que con 21 años no reflexionó mucho lo de quedarse. «Eu quería ser independente, vivir soa, nada de familia», rememora y asegura que sus padres apoyaron su decisión. «Eu alí nunca tiven problemas coa familia, ten boa posición, sempre estudei, non traballei, pero quería saír e ter a propia vida, quería ter a liberdade», sentencia y dice que no se arrepiente de haber venido.

En Carballo conoció al que fue su marido, con el que se casó al año de llegar. Tienen una hija de 5 años, pero su historia de amor no funcionó. Se separaron hace dos años y legalmente hace uno. Debido a esa situación, asegura que prefiere pasar página en A Coruña. Conocía al dueño de la cafetería Plaza donde trabaja y aceptó su oferta de trabajo, por lo que cambió de residencia.

Ahora tiene nueva pareja, pero asegura rotunda que no tiene pensado volver a casar. «Chegoume ben», reconoce. Asegura que «sempre me gustou A Coruña, hai máis traballo, máis cousas, e unha cidade sempre é mellor que un pobo», apunta.

Comenta que una de las cosas que más le sorprendió fue la gente. «Ao principio notei moito cambio, pero ao cabo dos anos estou coma vós, despois duns anos aprendes a cultura. É moi distinta, máis cerrada a xente, nós somos máis abertos», puntualiza. No pierde el contacto con su país. Lo visitó hace un año, por los carnavales. Estuvo allí durante un mes. «Ah, non, vou todos os anos, todos os anos un mes, pero este irei para final de ano, todos os anos teño que ir», asegura y dice tener «moita saudade». Su futuro lo ve ligado aquí, donde pretende quedarse. Asegura que no tiende al gregarismo de los extranjeros. Su relación con brasileños se reduce a tres personas. «Sempre convivín con españois», apostilla.

«Por muchos factores vivimos aquí, por la morriña, la familia y gracias al CRAT»

Para los apasionados del rugbi Sean Smith (Tokora, 1967) es una cara conocida, ya que jugó en el CRAT. Pero su llegada a la ciudad no estuvo condicionada por su afición, sino porque tras estudiar un grado de Geografía Humana y cuando estaba disfrutando de un año sabático antes de ser policía conoció en la playa de Bastiagueiro a su mujer. Viajaba con un amigo -con el que recorrió la Antigua Europa, EE.UU., Australia y Asia- con el que había decidido conocer el norte peninsular antes de bajar a Portugal, su amigo llegó a Marruecos, pero él no continuó viaje. Ya tenía un contrato en Inglaterra y desde allí continuó realizando visitas a A Coruña. «En aquellos años cuando costaba un ojo de la cara», explica aludiendo a una época en el que el avión era prohibitivo. Al año estaba casado, su mujer lo acompañó a Inglaterra mientras el cumplía su contrato y después llegó la toma de decisión de dónde asentarse. «Por muchos factores vinimos para aquí, porque la morriña y la familia os tira mucho más que a nosotros y gracias al CRAT opté por decidirme, porque una de mis pasiones siempre ha sido el rugbi», comenta.

Fue el club el que le buscó trabajo en una academia de inglés. «Poco a poco empecé a hacerme nombre, y menos tres años trabajando en una empresa de Ferrol, me he dedicado a la enseñanza del inglés, también a la traducción», comenta y precisa que se dedica mucho al mundo de la empresa y a estudiantes que quieren ir fuera. Tiene dos hijos, un niño de 14 y una niña de 12. Su última visita a su país fue hace cuatro años, fue solo a ver a su padre. «Había tenido una trombosis, mi padre es mayorcito, tenía 88 años, y obviamente si algo ocurre no es lo mismo el estar aquí, porque tardo tres días en hacer los trámites y billetes, y fui a verlo para tener su imagen cuando aún está bien», relata, aunque reconoce que los avances tecnológicos les permiten estar en contacto. «Ni económicamente ni en tiempo podría ir todos los años. Fuimos toda la familia en el 2002 y a ver cuándo podemos ir», señala. El único pero lo pone aquí a la educación. «Aquí es la gran asignatura pendiente, hay menos nivel y unas instalaciones peores, allí todos los centros tienen su campo de hierba e instalaciones, y el nivel de educación allí no voy a decir exigente, pero no es tan extenso», explica. Reconoce que toda su vida de adulto, la ha pasado fuera y «Nueva Zelanda es un país alejado de todo, insular y con lo que he vivido se me queda pequeño», dice.