Bernardo Romay: «Nunca tuve que utilizar el cinturón negro en la calle»

A CORUÑA CIUDAD

EDUARDO PEREZ

29 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Habla sin parar de yudo y de sus tres nietos de 6, 4 y 2 años. Se le cae la baba. Es un abuelo yudoka. «A mis nietos les gusta practicar yudo conmigo y yo me siento reencarnado», comenta Bernardo Romay Pérez. Tiene 63 años y dos hijas, una es profesora de educación física en las Esclavas y la otra trabaja en el laboratorio de Repsol. Fue campeón de España cuando la televisión era en blanco y negro. «Me encuentro bien, sigo dando clases en el Cristo Rey, Barrié de la Maza, Dominicos y Esclavas, además de en mi gimnasio. Ahora mis alumnos me ganan porque con los años pierdes reflejos, agilidad y velocidad. Un hombre está en su plenitud de fuerza a los 40, pero a partir de esa edad...», asegura. «No pienso jubilarme como profesor ni como presidente del Judo Club Coruña. Me gustaría que siga existiendo aunque está difícil que alguien coja el testigo, quizás llegar a un acuerdo con alguna institución?».

Pies limpios

Su gimnasio cumple este año los 40. Es de 1975. «Siempre lo tuve muy claro. Abrí y fue un éxito. Se llenó de gente, de niños y de mayores. Mi mujer, Mari Nieves, era secretaria de dirección de la empresa Intelsa y lo dejó para dirigir administrativamente la instalación. Éramos novios, y en cuanto nos casamos se vino para aquí», rememora. Cuatro décadas después todo sigue igual. «Mi mayor aportación ha sido la metodología en la enseñanza. Soy un profesor afortunado que ha formado a campeones. El secreto del yudo es la disciplina, la humildad y el respeto. La disciplina empieza por llevar el kimono bien colocado y los pies limpios y la uñas cortadas», destaca. Da clases a gente de todas las edades y en especial a niños. «Tengo más paciencia con los pequeños. A los mayores no les consiento ni una falta de respeto», reflexiona mientras tomamos un café cerca de su gimnasio. «No fumo y no bebo. Me gusta el vino en las comidas y como de todo. Un deportista debe evitar ir de fiesta porque una de las cosas más importantes es el descanso», analiza.

A lomos de una yegua

Dice que el único vicio que tiene es montar en sus dos yeguas. «Me gusta limpiarlas, cepillarlas, montar la silla y salir al monte con los amigos». Es lo que hace los domingos en su casa de Cos, Abegondo, después de llevar a los nietos de paseo. «De lunes a viernes salgo a las ocho de la mañana y vuelvo a las once de la noche. Los sábados suele haber competición. Apenas tengo tiempo libre», destaca Bernardo, cinturón negro séptimo dan «de los más altos que hay en España», afirma. ¡Cualquiera se mete con él! «Siempre me interesó estudiar sobre la aplicación del yudo a la defensa personal y de hecho firmamos un convenio con la Escuela Europea de Negocios para fomentar las artes marciales entre los futuros directivos. Lo más importante es no provocar el lio y mantener la distancia de seguridad, que no te llegue con la mano ni con el pie y no mostrar una actitud agresiva. Hablar con el atacante con calma y las manos abiertas», aconseja. «Nunca tuve que utilizar el cinturón negro en la calle». Le gusta llevar a los que vienen de fuera al monte de San Pedro y no duda en afirmar que «tenemos una juventud ejemplar, que está informada y que estudia muchísimo. El problema de la disciplina está en las casas».