Campañas

Manuel González PERIODISTA

A CORUÑA CIUDAD

15 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Estamos ya en vísperas de las municipales y quizás convenga recordar que hubo un tiempo en que las campañas las hacían los militantes. Entonces, las sedes de los partidos se llenaban de voluntarios que metían papeletas en sobres, colocaban sillas en los mítines, repartían folletos, buzoneaban y pegaban carteles. Eran tiempos de ideales y de mayor compromiso. Justo lo contrario de lo que ocurre ahora, en que todo se ha profesionalizado y las empresas lo dan completamente hecho. Ahí está el (mal) ejemplo de las relacionadas con la trama Gürtel y el PP, que comenzaron organizando mítines y todos sabemos dónde han terminado. Entre tanto, los militantes han quedado poco más que para hacer bulto, arropar a los candidatos y votar lo que decida el jefe de la familia.

Personalmente, creo que pegar carteles es una de las actividades más desagradables e inútiles de toda campaña. Hay que fabricar el engrudo, mancharse en la operación y ensuciar las paredes de las ciudades. Y todo eso en un tiempo en el que millones de personas están conectadas a Internet, Facebook o Twitter y donde el 95 % de los españoles ve la televisión. Vamos, que ver la cara de alguien que te mira desde una pared parece no servir de nada.

Eso sí, en el principio de la democracia la realidad era diferente. En A Coruña eran históricas las pegadas en Méndez Núñez o General Sanjurjo. Noches enteras para empapelar la ciudad con rostros o mensajes. Algunas de esas noches, venía otro grupo detrás y pegaba encima, lo que generaba alguna que otra pelea. ¡Qué tiempos aquéllos!

Quizás, Podemos sea la única formación que ha rescatado el esfuerzo militante como en el denostado (por ellos) Régimen del 78. No solo cantan canciones de la época y se visten como en los setenta (solo les faltan los pantalones de campana), sino que han recuperado el esfuerzo militante. Y todo ello hasta que comprueben -algunos de sus dirigentes sin duda ya lo han hecho- que la política es una profesión, una manera de no tener que dar clase o de ganarse la vida en el curro diario. Por tanto, es mejor colocarse en las tertulias y tener un Twitter divertido donde escribir 140 caracteres con algo de ingenio. Vamos, que hemos pasado del cubo y la brocha al community manager.