El limbo judicial de la víctima 80

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Antonio Casares, cuando estaba en el Clínico de Santiago recuperándose de las heridas del accidente.
Antonio Casares, cuando estaba en el Clínico de Santiago recuperándose de las heridas del accidente.

La familia de Antonio Casares, que perdió a su mujer en el accidente del Alvia y murió dos meses después del siniestro, sigue esperando que lo reconozcan como víctima mortal

16 mar 2015 . Actualizado a las 13:35 h.

«No sé por qué estoy vivo. Tenía que haberme ido con ella». La psicóloga salió de la habitación del Clínico de Santiago emocionada, mientras reproducía esta frase de Antonio Casares delante de los familiares. Al segundo día de ingresar en la uci, Antonio ya supo que Rosa María Nicolás, su mujer, había muerto en el accidente del Alvia. Intentaron ocultárselo, pero no fue posible. A pesar de estar destrozado por los golpes del descarrilamiento, Antonio conseguía mantener una lucidez sorprendente. Era muy difícil engañarlo. Estuvo en el hospital hasta el día 16 de agosto. Después lo trasladaron a Madrid, donde siguió un duro tratamiento de rehabilitación para volver a «aprender a andar», como él decía. Lo consiguió. Pero murió poco después, el 5 de octubre del 2013, a los 82 años. «Nos dijeron que de un paro cardíaco, su cuerpo no aguantó más», recuerda su cuñado Óscar Nicolás.

Desde ese momento la familia se movilizó a través de su abogado para que el juzgado reconociera a Antonio Casares como la víctima mortal número 80 del accidente ferroviario de Santiago. Los trámites se iniciaron poco después de su muerte, pero a día de hoy siguen sin respuesta. Se supone que la clave debería estar en un informe forense que determinara si el accidente fue la causa de la muerte sobrevenida. Antonio padecía una leucemia desde hace seis o siete años. Tras el accidente se agravó, así que en su óbito confluyen diversas circunstancias. De ahí quizás las dudas y la tardanza en decidir. «Tras el accidente se vio obligado a suspender el tratamiento. Por tanto, también el accidente está detrás de que se agravara su leucemia», comenta el letrado que representa a la familia, Óscar Hernández López.

Como llevan más de año y medio sin saber nada del dictamen forense hace poco intentaron reactivar el proceso, convertido en una pieza separada de responsabilidad civil dentro del sumario del caso Alvia. Los forenses solo les reclamaron un documento: el certificado médico de defunción. «Ahí solo pone que falleció de paro cardíaco. Pero de eso nos morimos todos», dice el letrado, que admite que el caso es complejo, pues no hay una ecuación matemática para resolverlo. Más allá de las conclusiones científicas, quizás lo mejor es utilizar el sentido común. Antes del accidente, Antonio Casares iba a nadar todos los días a la piscina y era una persona muy activa. Después del siniestro todo cambió para él. Las secuelas del descarrilamiento aceleraron su leucemia, que estaba relativamente estabilizada desde hace años. «Echaba mucho de menos a mi madre, la edad, el accidente... Todo influyó», recuerda su hijo Antonio. Su hermana Rosalía estaba muy unida a su madre, Rosamari, como la conocían todos. La llamaba tres o cuatro veces al día. La mujer de Antonio murió en el acto, en el accidente del 24 de julio del 2013. La incineraron en A Coruña y esperaban a que su padre saliera del hospital para darle sepultura. «Al final tuvimos que enterrarlos a los dos juntos», recuerda con tristeza su hijo.

El asunto tiene muchos matices, admite el abogado, Óscar Hernández. Por un lado las aseguradoras pueden resistirse a reconocer a una víctima más. Por otro, los eventuales acusados podrían cuestionar que les acusaran de otro homicidio imprudente, aunque apenas tendría reflejo en la pena efectiva. Los intereses contrarios podrían aflorar en cualquier momento, incluso en el momento en que el juez Andrés Lago Louro tome alguna determinación durante la instrucción a la vista del informe de los forenses.

Rechazo de adelantos

A la espera de esa decisión, la familia ya ha rechazado los adelantos de indemnización que deberían haber cobrado por su padre. Aceptarlos sería asumir que solo resultó herido en el accidente de Santiago. Y lo que quieren es que al menos se reconozca que el descarrilamiento del Alvia fue la causa indirecta de su muerte.

Pero la eventual decisión del juez difícilmente evitará que este asunto no pueda cerrarse hasta que haya sentencia. Dicho de otra manera: cualquier decisión que se tome durante el período de instrucción no tiene por qué ser definitiva. Podría discutirse en el juicio si los afectados por su declaración como víctima mortal deciden alegar en contra. Distintas fuentes jurídicas creen que la posición de la Fiscalía, como garante de las víctimas, también puede ser muy importante en este caso. Y dudan que las aseguradoras o las defensas de los acusados quieran polemizar en un asunto tan sensible.

Antonio y Rosamari venían todos los veranos a A Coruña, donde alquilaban un apartamento. Allí iban aquel 24 de julio. Les gustaba el norte.

«Es un reconocimiento moral»

La familia de Antonio Casares quiere dejar claro que su pelea en los juzgados no tiene nada que ver con el importe de la indemnización. «Queremos un reconocimiento moral para nuestro padre. Y que se demuestre que este accidente podría haberse evitado», asegura su hijo Antonio, que en la foto de al lado posa con un cartel de la campaña de Internet que organizaron las víctimas para reclamar justicia en el caso Alvia.