Las pequeñas cosas

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

CARRAL

14 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Todas las mañanas, un padre recoloca la coleta de su hija. Tendrá seis o siete años, y cada mañana se deja peinar en la acera, con cara de sueño pero siempre sonriente, siempre hablando, mientras esperan a que llegue el autobús.

Un domingo cualquiera, el sol se convierte en protagonista en la plaza de la Cormelana. Todas las mesas a la sombra están cogidas, se echa de menos un árbol más para protegernos de este calor de junio, en medio de los gritos de los niños que juegan al fútbol o pintan con tiza entre las sillas. Huele a verano y a comida rica, y la plaza no se parece en nada a la que conocíamos hace solo tres años.

Hay una frutería que ofrece cerezas desde primerísima hora, a unos metros de la oficina, y es difícil resistirse a llenar una bolsa y disfrutar de un buen puñado a media mañana.

El monitor de la piscina de la Casa del Agua acerca al final de cada clase el banco al borde del agua y se sienta a charlar mientras las alumnas estiran. Suena de fondo la misma canción que cada día ensayan las chicas de sincronizada, una mezcla muy curiosa de la banda sonora de Amélie con algo parecido a un reloj. El agua está fría, pero menos que si te lanzas a nadar el domingo por la mañana, con la piscina silenciosa y tranquila.

Desayuno de domingo por la mañana con vistas al mar y el periódico fresquito. Zumo de naranja, café, y como actores secundarios los incombustibles de Riazor saliendo del mar a pesar de una molesta llovizna que no cesará en toda la mañana. Se hacen fotos por la cristalera que acabarán en alguna red social. Hoy nosotros guardamos el móvil porque el recuerdo de ese desayuno compartido es mejor que cualquier pantallazo.

Dice una pescantina de la plaza de Lugo que no somos una ciudad de primera hora, sino de media mañana. Algunos somos de ir tan tarde que casi no hay más que un triste sargo, pero se descubren historias maravillosas. Una placera con acento brasileño te cuenta la historia de mestizaje y sabores de su familia italo-brasileña con raíces en Valdeorras, mientras trocea una pechuga de pollo. Otra te ofrece unas fresas de Carral pequeñas y dulces.

Una amiga cuelga en Instagram una foto de unas sandalias con la Torre al fondo y se llena de «me gusta» porque no hay nada que nos pueda apetecer más en días como hoy que descalzarnos e imaginar que el verano ha llegado ya para quedarse.

La ciudad, esta semana, está hecha de cosas pequeñas e imprescindibles. De niños que van al colegio, de coletas, de plazas al sol, de pies descalzos y piscinas. De desayunos con prensa y de playas bajo la lluvia, de placeras con historia, de pescado y pasta fresca, de fruta de aquí, de horarios tardíos y de planes de futuro.