La marea baja deja Os Caneiros sin los clásicos chapuzones

javier morás, a. a. BETANZOS/ LA VOZ

BETANZOS

Aunque el tiempo no acompañó, los fieles a la celebración volvieron a ocupar la orilla del Mandeo con música y vino

26 ago 2016 . Actualizado a las 10:41 h.

Al mal tiempo, buena cara. Eso dice el refranero popular. Y ante los nubarrones y la posibilidad de lluvia, Betanzos despedía ayer las fiestas de San Roque con la mejor de sus sonrisas. El campo de Os Caneiros volvía a ejercer de epicentro aunque con un ambiente bien distinto al del pasado jueves. Igual de organizado, con el gentío repitiendo fiesta, pero más tranquilo. Más familiar. Y menos abarrotado. «La primera jira es más a la locura. Esta en cambio es mucho más pausada. Se pasa bien igual, pero son diferentes» afirmaba Victoria nada más llegar.

Las diferencias ya eran visibles desde primera hora de la tarde. La larga hilera de jóvenes durante el día 18, siguiendo el camino del río Mandeo con la música como único punto de guía, se sustituía por una procesión menguada, despreocupada por llegar tarde. «No hay prisa, no van a marcharse de allí», clamaba una líder de grupo. A pesar de ello, algo sí se mantenía fiel: el momento de saludar. Porque la fiesta es lo que tiene, que permite reencontrarse con todo el mundo, hasta con ese amigo que llevas años sin ver y que ahora tiene mil batallitas nuevas que contarte. Pasadas ya las cordialidades, llegaba el momento de ubicarse, asentar el campamento.

Solucionado ya ese problema, tocaba destapar la botella y hacer un pequeño brindis con la primera carcajada de la tarde, mientras el gentío se dividía en dos. Los jóvenes, tintados de un delatador color morado, se situaban justo frente al disyóquey. En la retaguardia, la otra cara de la moneda. La de los más veteranos y las familias, impolutos, con la ropa intacta. De vez en cuando se producía algún choque de generaciones con una breve discusión por el lanzamiento aéreo del vino que se arreglaba al instante con una pequeña sonrisa cómplice entre ambas partes. «Molesta un poco cuando te mojan, pero no pasa nada, hablando se entiende la gente», comentaba Lucía. La fiesta continuaba con el ritmo veraniego, a pesar de que el día pareciese más propio del otoño.

Tampoco hubo chapuzones. Seguramente no por falta de ganas de alguno, sino porque la marea se encontraba bajo mínimos. «La semana pasada esto estaba desbordado por las mareas vivas, y hoy ha tocado así. Para las barcas es perfecto, van a tener un viaje de vuelta sin problemas», sentenciaba Victoria.

El reloj, mientras tanto, parecía avanzar a golpes, hasta que llegó la hora de realizar la vuelta al hogar, aunque siempre hay alguien que decide quedarse hasta el final. Era el momento de dar por finalizada la participación en los festejos. Ya fuese por el cansancio, porque había que coger el bus de vuelta a casa o porque hoy es día laboral. El «en algún momento se tenía que acabar» retumbaba subiendo la orilla del río. El campo de Os Caneiros también parecía pedir un respiro con la mirada puesta en el próximo año. Betanzos despidió a San Roque como siempre. Con música y en familia, pero sin «sus» chapuzones.