Nostalgias del oro verde en Betanzos

Toni Silva BETANZOS / LA VOZ

BETANZOS

CÉSAR DELGADO

Mientras se derriba el secadero de lúpulo, antiguos residentes y empleados recuerdan los años de gloria del cultivo en la comarca

03 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En cada ladrillo que derrumban las máquinas, a María Luisa, Belén y Fernando se les va un cacho de su historia personal. Ellas, madre e hija, vivieron en el secadero de lúpulo de Betanzos, cuando esta mole gris y enferma era un agitado centro de producción que canalizaba una gran y muy repartida riqueza en la comarca.

Fernando, por su parte, trabajó aquí hasta 1965 como hombre de confianza de Manuel Matilla, el motor y alma del secadero, y marido y padre de María Luisa y Belén. Su temprana muerte a los 44 años inició el declive de este simbólico edificio que apenas ha encontrado defensores de su supervivencia. A Belén Matilla le cuesta entenderlo: «Es el primer edificio industrial de lúpulo en España y han permitido que lo derrumben mientras en otros lugares de Europa, como Poperinge (Bélgica) o Wolfgang (Alemania) han reconvertido las fábricas de lúpulo en espacios culturales o albergues, tienen una tipología industrial muy innovadora en su arquitectura».

Belén es una de las tres hijas de María Luisa, oriunda de Madrid y vecina de Betanzos al poco de casarse con Manuel Matilla, ingeniero agrícola responsable del secadero. «Cuando era época de cosechas había un olor muy especial, en septiembre se recogía el lúpulo en apenas 20 días, era como una fiesta», recuerda Belén. «El resto del año era más una especie de laboratorio de investigación y oficinas. Pero en septiembre esto se llenaba de carros y esos días tú estabas liadísima en la cocina», le dice a su madre durante una charla celebrada a escasos metros del secadero ruinoso y en fase de derribo. «Bueno, también había días insoportables, las máquinas trabajaban 24 horas y yo tenía que irme a Madrid para poder respirar», le responde María Luisa. Porque el lúpulo, materia prima de la cerveza, hacía muy denso el ambiente.

Si bien todos los municipios de la comarca contaban con plantaciones particulares de lúpulo, Paderne era la milla de oro del llamado oro verde debido a la calidad de sus fincas, muy volcadas en este cultivo. Calculan que hubo más de dos mil familias en el área metropolitana coruñesa dedicadas a la plantación, que generó muchos beneficios. «Había ultramarinos que tenían dos libretas de deudores, a los que se dedicaban al lúpulo les fiaban siempre porque sabían que tenían dinero», relata Belén.

-¿Cuándo tomaste tu primera cerveza?

-Siendo menor de edad con mi abuelo en Madrid.

El periodista lanza la pregunta a Belén de forma traviesa, con el ánimo de descubrir algún secreto ante la madre. Pero no ha lugar al conflicto. En casa de los Matilla, la cerveza es un líquido sagrado. «Ha sido la bebida de casa de toda la vida», sentencia María Luisa Cortés, quien a continuación suelta otra frase que da buena cuenta de la importancia del lúpulo en su biografía personal: «Después de morir mi marido tardé muchos años en pasar por delante del secadero, hasta que un día me armé de valor».

Por otro lado, el alma de Manuel Matilla sigue latente gracias a sus hijas, embarcadas en un proyecto de investigación sobre este cultivo. Marta Matilla, doctora en Geografía e Historia, desarrolló su tesis sobre el lúpulo en As Mariñas, que ha servido de base para el proyecto que ahora abandera su hermana Belén, denominado Lutega (Lúpulo Tecnología de Galicia), fundado en el 2009, y que cuenta con siete hectáreas en Abegondo. Su principal cliente es Estrella Galicia, a la que ayuda a recuperar los sabores de la cerveza tradicional y autóctona en la comarca. Paralelamente realizan una labor de recuperación histórica del mundo del lúpulo. De la mano del GDR recuperan fotografías, documentos y otro material del mundo del lúpulo.

Lo que no podrán recuperar es un edificio sentenciado, cuyo derribo observan «con rabia contenida». Quede así guardada en la hemeroteca de este periódico la frase del extrabajador Fernando Gómez: «Este secadero de lúpulo puso bien a muchas familias».