«Dejamos caer las rectorales porque ya no tenemos curas»

Toni Silva BERGONDO / LA VOZ

BERGONDO

CÉSAR DELGADO

El vicario de A Coruña visitó la casa de Feás, donde se desplomó un muro

11 ago 2015 . Actualizado a las 11:14 h.

La rectoral de Feás, en Aranga, es la punta del iceberg de una serie de edificios propiedad de la Iglesia diseminados por el rural. Unos están a punto de caer, otros ya han caído, y algunas de estas viviendas buscan una segunda oportunidad lejos del proyecto para que el nacieron, que no es otro que servir de domicilio a los párrocos.

Una vez que trascendió la caída de parte de la rectoral de Feás, el propio vicario de A Coruña, José Luis Veira Cores, acudió a Aranga a estudiar el edificio. «Por suerte, lo que cayó fue en el interior, pero lo preocupante es el gran muro que está en pie junto a la carretera», señaló el sacerdote, quien destaca que la Iglesia en absoluto se ha desentendido de las rectorales. «Casualmente, solo unos días antes de que se desplomara la fachada de Feás, varias personas del Arzobispado de Santiago habían estado mirando el estado del edificio», indica Veira Cores, para quien el problema de la degradación de las rectorales no es solo el gran número de este tipo de casas: «Dejamos caer las rectorales porque ya no tenemos curas, ¿para qué vamos a gastar miles de euros en levantar o acondicionar una casa en la que sabemos que no vivirá nadie? Dentro de quince años habría que gastar lo mismo porque la casa volvería a estar en pésimo estado».

Bergondo

El vicario ya avanza, como ejemplo, que la rectoral de Guísamo, en el municipio de Bergondo, es una ruina inminente. No habrá intervención de ningún tipo. «Estamos esperando a que se caiga, más no podemos hacer, y en este caso, a diferencia de Feás, no supone un peligro», explica José Luis Veira. «El cura de Guísamo vive en A Coruña, así que no se necesita la vivienda, y el dinero no sobra». Precisamente su último ocupante, el párroco José García Verdía, ya fallecido y muy conocido por su vocación en el estudio de idiomas, impidió que la Iglesia realizase obras en la casa «por negar a marcharse». Allí pasó los últimos años de su vida, hasta que cayó enfermo, en unas dependencias con graves problemas de humedad. No obstante, la rectoral de Guísamo aún tiene una esperanza para seguir en pie o, al menos, ser reconstruida para una nueva vida. El gobierno de Bergondo tiene un proyecto para adaptar el viejo edificio a una biblioteca con ludoteca y aulas multiusos. «Estamos en negociaciones con la Iglesia y de momento el entendimiento es bueno», dice la alcaldesa.