«Por unos que se oponen a instalar el ascensor, llevo años encerrada en casa»

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Marcos Míguez

Vecinos de Monte Alto con movilidad reducida llevan 6 años pleiteando con otros que se niegan a poner un elevador

16 jul 2017 . Actualizado a las 14:02 h.

María Dolores tiene 82 años y la calle se le hace tan lejana como su juventud. Vive en el quinto y le cuesta caminar por el pasillo. Sus pasos son tan cortos que parece que está quieta. Solo corre su cabeza. «Bajo a veces con ayuda, pero por unos que se oponen al ascensor, llevo años que me siento encerrada», dice arropada por todos los vecinos del número 7 de la calle Forcarey. Los que no viven ahí -la familia que heredó los dos primeros-, se niegan en rotundo a su instalación, la frenaron en los tribunales hace seis años y ahí continúa el pleito, sin avanzar -el juicio ya se ha suspendido tres veces-.

Los que sí lo desean -siete familias- quieren que de su desvelo se entere todo el mundo. «Para que alguien haga algo y la Justicia actúe», dice el presidente de la comunidad, Saturnino Costoya. Su vecina María Dolores no es la única con problemas de movilidad. Un matrimonio sufre las mismas consecuencias.

Hace seis años, lo tenían todo, explica Saturnino Costoya. La ilusión, los 120.000 euros que les costaban las obras, el proyecto, los informes técnicos, la subvención municipal aprobada y hasta el cartel anunciando la obra pegado en el portal. Pero en cuanto los operarios intentaron acceder al bajo para comenzar los trabajos, sus propietarios negaron el acceso. «La instalación se suspendió, la ayuda del Ayuntamiento la perdimos» y llevan desde entonces pleiteando con los vecinos del primero, que no viven en el edificio, y con los del bajo.

Las ganas de tener ascensor las tuvieron siempre. Desde que compraron, allá por los sesenta. Pero se volvió una necesidad cuando los años fueron cayendo uno tras otro y la salud de algunos empeoró. Así que los vecinos de las siete viviendas que estaban ocupadas se reunieron en el 2011 y decidieron hacer un importante esfuerzo económico para poner el elevador. Antes de nada, había que ver si había espacio para instalarlo. Para ello pidieron a una empresa un proyecto y sus correspondientes informes técnicos. No era fácil la obra. Tras muchos estudios, la única solución que les propusieron sería pasar las escaleras al patio de luces y que el elevador ocupara el hueco que dejaban estas. Pero eso suponía dejar al bajo sin su terraza. Y por ahí no quisieron pasar sus propietarios. Tampoco los de los dos primeros. Su oposición bloqueó las obras, el caso fue llevado a los tribunales y, seis años después, nada se aclaró. Más allá de que los propietarios de los locales comerciales estarían dispuestos a alcanzar un acuerdo de indemnización. Los herederos del primero derecha e izquierda, en cambio, les dicen que «no hay nada qué hablar», lamenta Carmen, otra de las vecinas afectadas.

Expropiación fallida

Pasaron muchas cosas. Las cuenta el presidente de la comunidad, Saturnino Costoya. «Se intentó que el gobierno local cumpliese con la ordenanza y expropiase el espacio necesario para el ascensor. Pero cuando iban a proceder, la Xunta retiró esa competencia a los ayuntamientos», añade.

Pese a todas las barreras que se encontraron, confían en tener ascensor algún día. «Supongo que ellos -se refiere a los que se oponen-, creerán que algún día nos cansaremos. Pero se equivocan. O que vayamos muriendo. Espero que el elevador llegue antes», afirma Costoya.

 

Cuando se plantea la instalación de un ascensor en una comunidad de propietarios siempre aparecen discusiones y problemas. El debate lo zanja la Ley de Propiedad Horizontal. Por mucho que se oponga uno, tres o, incluso, la mayoría de los vecinos del edificio, si en el mismo vive una persona con movilidad reducida y lo pide, el elevador se instala. Punto.

¿Ha de llevarse a votación en la comunidad la instalación del ascensor?

No. Basta que un vecino o propietario con discapacidad reconocida y/o mayor de 70 años lo solicite; o quien pida su instalación posea una vivienda o local en donde habita o trabaja alguna persona mayor de 70 años o con discapacidad. Lo dice la Ley 8/2013, de Rehabilitación, Regeneración y Renovación urbanas.

¿Qué se hace en un edificio sin espacio para poner un elevador ?

La expropiación. Es habitual expropiar unos metros de un local comercial o del piso de un vecino para ganar el espacio que falta para la instalación. Pero eso no se puede hacer si supone un daño insostenible en una vivienda o para un negocio. Pero si no es así, la comunidad le indemniza y está obligado a ceder.

Pongámonos en el peor de los casos. Que sea imposible la obra...

Pues llevar el ascensor a la vía pública, por la fachada del edificio. La Administración está obligada a ceder espacio público.

¿Debe repartirse el coste del elevador entre los vecinos por igual?

No. Cada uno de los propietarios debe contribuir con arreglo a su cuota de participación.

¿Y si no tienen dinero?

Las Administraciones tienen ayudas a fondo perdido para estos casos, que pueden llegar al 40 % del coste de la obra.

¿Cuánto cuesta poner un ascensor en un edificio de cinco plantas?

En general, el coste de instalación se sitúa entre los 80.000 y los 300.000 euros. Según la complicación de la obra.

Diez años esperando por la licencia municipal

Los vecinos de un edificio de cinco plantas de la calle Troncoso decidieron en el 2007 instalar un ascensor. Siguieron todos los pasos administrativos, solicitaron la licencia, la subvención y presentaron un proyecto. Las autoridades municipales enviaron al inmueble a un experto arqueólogo por si había restos donde se iba a cavar para la instalación y se comprobó que nada había. Durante una década, los residentes en el inmueble esperaron a que el Ayuntamiento les otorgase la licencia. Pero no llegó hasta ahora. Con todo en regla, las obras comenzarán en breve. Hasta lograron convencer a una vecina que en un principio se oponía y al final acató el pago proporcional. El ascensor tiene un presupuesto de 80.000 euros.

Un elevador con llave para los que pagaron

Un cartel informa a la entrada del elevador: «Para utilizar este ascensor es imprescindible disponer de la correspondiente llave». De los 18 pisos, solo la mitad tienen ese servicio. No hay duda de que la comunidad del número 4 de Sofía Casanova está dividida en dos. Los que bajan y suben por las escaleras y los que no.

Este peculiar caso esconde diferencias vecinales. Un vecino que tiene llave del ascensor explica que «hace unos seis años» que la casa cuenta con elevador. «Cuando se planteó instalarlo, varios se opusieron tajantemente, pero nos enteramos de que servía con que tres quintas partes de la asamblea lo aprobasen, siempre y cuando los que no quisieran no presentasen recurso contra esta decisión en seis meses». Lo hicieron. Hubo reclamación, se fueron al Ayuntamiento a protestar, pero ya fuera de plazo, según este vecino. Así que el elevador se instaló para calidad de vida de los residentes en los pisos más altos, que eran los que más lo precisaban por motivos de salud.

Tener una llave más en el bolsillo no supone un problema de peso. Pero el sistema sí resulta algo engorroso cuando llegan las visitas: el vecino tiene que salir al rellano, llamar al ascensor y enviárselo al portal al que aguarda abajo. «Es una incomodidad», admite un residente. En principio, el elevador daba servicio a ocho pisos. Una vez en activo, se sumó un nuevo residente.