El Campanario toca a rebato contra el abandono del barrio

Emiliano mOuzo A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Los vecinos denuncian el riesgo de incendio, como en el año 2011, porque se encuentran rodeados de fincas llenas de maleza

27 abr 2017 . Actualizado a las 13:22 h.

El barrio del Campanario fue creado a principios de los años sesenta «para esconder la pobreza de la ciudad en medio de un monte», contó en su día Ramón Pérez Basich, que fue presidente vecinal. Con la ayuda de personas como María Teresa Salorio, «que curó a muchos niños y mayores de tuberculosis», y sobre todo del padre Villa, aquella isla de coruñeses «aislados» comenzó a tomar vida.

El Santo, como le llaman a Villa, «creó una escuela, bloques de casas en vez de barracones, cocina y comedor para los niños y hasta un pozo del cual nos abastecimos de agua hasta 1975», recordó Pérez Basich. En la actualidad residen en la barriada «unos doscientos vecinos, y un buen número son niños».

Pero con el paso del tiempo, «y por el abandono de las instituciones», manifiesta Sandra, una vecina del Campanario, vuelve a sus pobres orígenes. «Los políticos no pasan por aquí. Bueno, sí lo hacen, pero cuando hay elecciones para pedirnos los votos», indicó. Después, según la mujer, «ni el barrendero se acerca».

Y es que el servicio de limpieza «puede estar hasta un mes sin aparecer, y el camión de recogida solamente pasa tres días a la semana», cuenta Julio, otro residente del barrio. Esta situación dibuja una imagen de suciedad por los estrechos caminos, algunos de ellos sin asfaltar, y hasta por el pequeño parque infantil. Los contenedores rebosan porquería y «la única papelera que existe en el barrio» está siempre al límite. La inseguridad rodea al Campanario. Por carretera, la vía que permite el acceso a las viviendas no cuenta con aceras «y es un peligro para nuestros pequeños y nuestros mayores», indicó Luis, otro vecino.

Riesgo de incendio

Pero los residentes del Campanario casi le temen más al fuego. Recuerdan el voraz incendio de finales de julio del 2011, cuando las llamas cercaron por completo el poblado y obligaron a desalojar a los 300 vecinos que residían en él.

Dicen que los alrededores de su barrio están como en aquella ocasión, «completamente rodeados de hierbas, tojos y matorrales». Aseguran que crecen en fincas privadas, «pero el Ayuntamiento debería exigir que saneen los terrenos o si no que lo hagan ellos y que le pasen la factura a los dueños, porque cualquier día vamos a vernos rodeados de fuego».

Las quejas del vecindario también se centran en cómo está el parque infantil: «El piso aún es de arena y los niños se golpean mucho», cuenta Sandra. Además los aparatos están deteriorados: «Ya faltan dos columpios y la fuente está continuamente echando agua y encharca el área de juegos», subraya. Y solicitan una rápida mejora en el cableado de telecomunicaciones y eléctrico.