Nuestro oro líquido

A CORUÑA

Niños en Cecebre buscando la imagen perfecta
Niños en Cecebre buscando la imagen perfecta MARCOS MÍGUEZ

Agua pasada no mueve molino. Y la vida en la comarca no se entendería sin el líquido más preciado. Abril es su mes. Ya lo dice el refrán. Desde el embalse de Cecebre, el lugar más «instagrameable», hasta las fuentes que sacian la sed de cientos de vecinos

08 abr 2017 . Actualizado a las 00:15 h.

Puede que después de leer este reportaje no vuelvas a quejarte nunca más de un día de lluvia. Sí, aunque esta semana haya aparecido el sol de primavera, abril volverá a ser el mes de la lluvia a partir del lunes. Y de agua va precisamente esto. Pero no solo del agua que sale del grifo. Sino de todo lo que rodea al líquido elemento. Porque hay agua para todos los gustos y todo un mundo en torno a ella. El punto de partida, el embalse de Cecebre. A priori, el pantano que espera al otro lado de la presa tiene como uso saciar la sed de la comarca. Pero el embalse no es solo la principal fuente natural de agua. También es el lugar más fotogénico de Instagram. #presadececebre, #encorodececebre… son algunas de las etiquetas que utilizan profesionales y aficionados a la fotografía para identificar sus imágenes con el agua del pantano de fondo.

«Es mi lugar preferido. Tiene algo especial, una luz maravillosa que lo hace único». El Instagram de Mónica Pérez está lleno de postales del embalse. «Feliz inicio de semana», se podía leer el lunes en el pie de foto con la puesta de sol desde allí. Esta aficionada a la fotografía y vecina de Abegondo guarda en su ordenador cientos de instantáneas de Cecebre como protagonista. «Me encantan los reflejos que se forman en el agua y los amaneceres y las puestas de sol. ¡Más de una vez me levanté solo para ir a fotografiar el agua de Cecebre!». Si puede, una vez a la semana se va de paseo a la zona con la cámara réflex en mano.

 Allí se encuentra con otros apasionados del embalse. Ella no es la única que ha encontrado allí una postal única. «Me encanta descubrir sitios nuevos para hacer fotos con mi hermano», cuenta la joven Alicia, que acaba de estrenar cuenta de viajes y paisajes con su madre, @aliandmum_. Si llueve, que llueva, que para eso es abril, y el mal tiempo no detiene a estos dos intrépidos en la búsqueda la fotografía perfecta.

Elena Rodríguez y José Mayo acuden todas las semanas a la fuente de Picachá, en Betanzos, a llenar garrafas de agua
Elena Rodríguez y José Mayo acuden todas las semanas a la fuente de Picachá, en Betanzos, a llenar garrafas de agua

Fuente de vida

Hay viejas costumbres que no se pierden. Como ir a por agua a la fuente. La comarca está llena de ellas. En Oleiros, es famosa la de Perillo, donde cada cinco minutos puedes encontrarte con alguien rellenando garrafas de plástico. En Betanzos los que quieren agua fresca de manantial van a Picachá, de 1911. «Non hai ningunha tan boa! Esta pode aguantar fresca ata oito días!», asegura Elena Rodríguez mientras rellena varias botellas de agua. En el coche guarda otra bolsa con más botellas con agua de la fuente. Tiene suministro para los próximos días. «É o mellor que hai. Eu lévoa para beber e para cociñar. Pero hai xente que incluso a vén buscar para restaurantes».

Con ella coinciden más vecinos. «Un día llevé agua de otra fuente que tengo al lado de casa y mi nieto lo notó. Me dijo: ‘‘Abuelo, esta no es de Picachá, ¿verdad?’’», recuerda José Mayo después de llenar dos bidones de ocho litros, y de tomarse unos grolos de la fuente con la ayuda de un vaso de tubo de plástico.

Ramón Boga, delante del molino de noria de Peirao, en Cambre
Ramón Boga, delante del molino de noria de Peirao, en Cambre

 Molinos

El agua fue en otra época el mejor recurso para paliar el hambre. Alrededor de los ríos que recorren la comarca se levantaban molinos en los que moler el trigo para hacer harina. Hoy pocos quedan en pie. Entre los más singulares, el molino de noria de Peirao, en Cambre. «Nacín ao lado do río e de pequeno acórdome que viñamos ata o muíño a merendar e a pasar o día», cuenta el concejal de Patrimonio de Cambre y responsable del estudio de los molinos de la zona, Ramón Boga. «No río Mero hai catro moi potentes. Un dos máis famosos no século XIV era o da Barcala, o máis antigo e do que xa non queda prácticamente nada, porque era empregado por moita xente que viña dende A Coruña para moer». Boga recuerda que los molinos, además de permitir que nadie se quedase sin pan, también «foron empregados ao principio como as primeiras minicentrais eléctricas».

«Llevo toda la vida metida en el agua». Nuria Edreira es piragüista y entrenadora en el club de piragüistas Ría de Betanzos, con 33 años de historia y más de 200 socios. «Aquí viene la gente a entrenar y también hay otras personas a las que les gusta la piragua y la tienen aquí guardada. De vez en cuando la sacan para dar un paseo por el río». Nuria no perdona una tarde sin palear. «Da igual que llueva, aquí se entrena todo el año». Con orgullo, recuerda que de allí salieron dos olímpicos: Óscar Carrera y Rodrigo Germade. Para ellos el agua es una forma de superar retos y ganar medallas.

Una vida pegada al agua

¿Y si por debajo de tu casa pasase un río y se formase una cascada? Estas dos vecinas de Caraña do Medio saben bien lo que es. Dos generaciones distintas que han aprendido a convivir con el agua. «Nacín aquí hai 76 anos e o río sempre foi todo para min; era o noso aseo, noutras épocas, claro, e tamén un lugar de encontro», recuerda Manuela Veiga, Manola de Caraña do Medio para todos. Hasta el río que atravesaba su casa se desplazaban muchas mujeres de Betanzos a lavar la ropa. «Era moi divertido; como non tiñamos nada, lavar no río era unha forma de socializar. Na parte de detrás da casa colocamos unha pedra de lavar e ao final xuntabámonos unha morea de xente xunta o río».

Manola asegura que ni en las épocas de riadas «a auga chegou a entrar dentro da casa». Aunque alguna maniobra si tuvo que hacer para evitar sus consecuencias. «Cando chovía moito subía á parte alta do río a abrir as comportas». En invierno, la humedad se colaba por las paredes. Pero ni el día más frío y húmedo del año haría cambiar a Manola de opinión sobre su vecino el río: «Isto non hai quen o pague».

En la parte de atrás de la casa se formaba, en otra época, una especie de pozo, donde, asegura, incluso hubo quien aprendió a nadar allí. Como Manola, Laura Castro también sabe lo que es vivir con el agua como vecina. «Imagínate que por debajo del salón de tu casa pasase un río... Pues así fue toda mi infancia». Laura tiene muchos recuerdos de su época en Caraña do Medio. Allí disfrutó saltando el río con su prima hasta los 15 años. «De pequeña una vez me caí», cuenta con una sonrisa. Creció y aprendió en la orilla del río. «Desde casa se escuchaba el agua correr, era un sonido agradable. También tengo muchos recuerdos de la humedad, sobre todo en invierno».

En el río llegó a haber anguilas. Laura recuerda cómo nadaban por debajo de su casa. «Había muchas. A veces, cuando limpiábamos el pescado, tirábamos los restos al río y me acuerdo que las anguilas venían corriendo a comerlos». Con el río creció y jugó «mucho». Ahora pasea por el lugar y se acuerda de todo lo bueno que le dio el agua. «Esta zona es muy agradable».

Aunque Laura, de 33 años, ya no vive allí, va casi a diario a pasear con otras compañeras. «Bordeamos todo el río, es una caminata que nos gusta mucho, muy agradable». Cuando llueve mucho, el río se llena y el agua cae con más fuerza a través de las diferentes cascadas. «Ahora no tiene tanta fuerza porque no llovió tanto, pero sigue estando igual de bonito el río. La de Laura, y la de Manola, es otra forma de entender el agua.