A por el césped reconquistado

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

Un niño jugando en el parque Eirís
Un niño jugando en el parque Eirís CESAR QUIAN

22 mar 2017 . Actualizado a las 16:33 h.

Tumbado en la hierba, mirando el cielo despejado con los ojos entrecerrados. Así arranca la odisea cotidiana del crío de Boyhood. Al ritmo de Yellow. A veces la ciudad tiene curiosas maneras de ponerse a sí misma banda sonora. En el segundo día de la primavera en Parque Europa no sonaba Yellow, ni de lejos se escuchaba nada que recordase a Coldplay. Solo se oía la ciudad corriendo por la avenida de Oza, algunas gaviotas, unos perros, pájaros escondidos, y los pasos apresurados de quienes cruzaban el parque camino de otro lugar.

Un niño jugando en el parque Eirís
Un niño jugando en el parque Eirís CESAR QUIAN

Como si en aquel preciso momento hubiese un lugar mejor que ese banco, ese parque, ese trozo de césped cubierto de margaritas, esos árboles desnudos aún, ese trozo de cielo azul que regalaba el arranque de esta fría primavera. Fue entrecerrar los ojos al levantar la vista y empezar a sonar la música.

Tal vez ocurran estas cosas cuando asaltamos los parques y los hacemos nuestros, cuando no los usamos simplemente para cruzar de un lado a otro, cuando disfrutamos de un minuto de más al sol, por escaso que sea el sol y el minuto. Ese tiempo precioso que paladeaba una pareja unos bancos más allá, atacando un bocadillo con ganas. Deberíamos llenar los jardines de parejas y bocadillos, de libros, de canciones, de césped reconquistado.

En el momento de máxima audiencia, no sumábamos más que siete perros, diez humanos y una pega dando saltitos bajo un árbol sin hojas. Un perro se revolcaba en el campo a pesar de las advertencias de su dueña. El animal parecía saber que no hay nada mejor que dar vueltas sobre la hierba, como los niños, por mucho que intenten levantarte del suelo para que no te manches.

Comemos en los parques cuando viajamos. Cualquier sándwich insípido sabe a gloria en medio de un safari improvisado en una ciudad que no es la nuestra. Huyendo del calor de Madrid a la sombra de los árboles en el Retiro, con un libro en las manos. Descansando los pies descalzos en Saint James en Londres. Frente al estanque del Jardim da Estrela en Lisboa. Cada esquina verde que encontramos en otras ciudades nos parece un regalo. Me dirán que aún no nos ha estallado la primavera en las narices como para correr a asaltar todos nuestros parques. Es posible que necesitemos el empujón de un rayo de sol que caliente algo más que estos días de frío. Pero en la lista de propósitos para disfrutar de la nueva estación que nos ha tocado, deberíamos incluir un paseo descalzos por el parque, un bocadillo de tortilla en cualquier banco, cinco minutos de más en el césped, disfrutando del tiempo que le hemos robado a algún «tengo que» que nos hayamos dejado en casa.