Los juzgados registran una media de cinco denuncias al mes contra okupas

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

marcos míguez

El proceso puede durar meses y hasta prolongarse años, dependiendo de las circunstancias de la usurpación

26 feb 2017 . Actualizado a las 16:30 h.

Echar a un okupa de la casa que uno pagó o heredó no es fácil, ni cosa de tres días. Si la persona que usurpó la vivienda se estableció en ella, cambió la cerradura y no está dispuesta a irse por las buenas, el proceso puede que sea solo cuestión de meses o se alargue más allá de un año. O diez. Ahí están casos como el de la ocupación de los terrenos de la conservera Celta, que lleva lustros en los juzgados sin atisbo de solución. Por si fuera poca la faena, lograr que el infractor se vaya no sale gratis. El abogado cobrará por ello y las posibilidades de que el ilegal inquilino abone las costas o los daños producidos en la vivienda es escena de cine fantástico.

En los tribunales coruñeses se recibe al mes una media de cinco denuncias por ocupación, 60 al año. Pero eso no es nada. Hay muchos propietarios que por miedo al invasor, por no tener una imperiosa necesidad de la vivienda o por evitar un proceso judicial costoso y largo, optan por mirar a otro lado y esperar a que el okupa se muera o se mude.

Hay tres tipos de propietarios. Los que acuden a los juzgados, los que se resignan y los que se enfrentan al problema a las bravas. Estos últimos recuperan su propiedad empleando métodos similares a los de los propios okupas. Es habitual, según fuentes policiales, que un dueño se agazape en las proximidades de su vivienda usurpada esperando a que los moradores salgan a trabajar, a pedir o a la compra. Una vez vacía, tira la puerta abajo, cambia la cerradura y se parapeta en el inmueble. Los hay que sellan con ladrillos puertas y ventanas, lo que no siempre resulta, pues en no pocos casos una maza tira abajo el blindaje.

Barrios castigados

Hay pisos y casas ocupadas por toda la ciudad; si bien hay barrios especialmente castigados, sobre todo aquellos que aún conservan viejos edificios, muchos de ellos en ruinas. Eirís, Monte Alto, los Mallos o la Sagrada Familia son los más afectados.

Así como hay diferentes tipos de propietarios, también hay distintos tipos de okupas. Por un lado, el fenómeno masivo, como el que se vivió en el edificio de A Moura hace dos años, cuando decenas de expulsados del poblado de Penamoa tomaron todo un inmueble que estaba a punto de ser entregado a sus compradores. Durante semanas se hicieron fuertes en las viviendas. Hasta que las autoridades, según fuentes municipales de entonces, fueron más ágiles que la Justicia, pues los cogieron de uno en uno y les dijeron que o se iban, o les quitaban las ayudas sociales. Al día siguiente abandonaron el edificio. Luego está el okupa familiar, el que se mete en un piso con mujer e hijos. La tercera clase es el que se mueve a caballo entre los antisistemas y el okupa solitario, que simpatiza con el movimiento alternativo. Ahí está la ocupación de la Comandancia.

Un manual de cien páginas que siguen a rajatabla para establecerse en casa ajena

Está en Internet. Se trata de un manual de okupación en toda regla y está colgado en numerosas webs que siguen a rajatabla quienes optan por esa forma de dormir bajo techo.

Es una guía, que no un tratado, según sus autores, muy completo. Con sus objetivos: «Acercar la okupación a toda persona interesada en salir del mercado inmobiliario y disfrutar de un espacio digno sin pagar ni un duro a quienes tratan de robarnos la vida cada día».

Se trata de un completo plan de actuación sobre cómo identificar la vivienda o el edificio a ocupar, pasando por un proyecto de entrada al inmueble, consejos sobre cómo reventar las cerraduras y atrincherarse en él para evitar el desalojo tanto por parte de la policía como de los propietarios o cómo asegurarse el suministro de agua y electricidad.

También incluye un amplio abanico de consejos y asesoramiento legal sobre las consecuencias de ocupar una vivienda y las estrategias de defensa en los tribunales. «Esta guía es tan antigua como la Humanidad, y expertos hay tantos como personas que okupan», recoge.

La guía en cuestión tiene cien páginas, nada menos, y se va actualizando conforme avanzan las medidas jurídicas para acelerar el proceso de desalojo. Una disputa en la que siempre, más tarde que temprano, gana el dueño.