El fiscal pide cinco años para los acusados de asaltar a un párroco en Pontedeume

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Noguerol

Los ladrones entraron en la casa rectoral y despertaron al sacerdote poniéndole una pistola eléctrica en la cabeza

18 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Dos encapuchados se colaron por una ventana en la noche del 5 octubre del 2014 en la casa rectoral de Pontedeume. En uno de los dormitorios dormía el párroco, al que despertaron poniéndole una pistola eléctrica en la cabeza. Le exigieron que les dijese dónde estaba el dinero. Tanto el de la Iglesia, como el suyo. Abandonaron al sacerdote atado de pies y manos con un botín de 1.200 euros en metálico, así como un ordenador, un móvil y un ipad. La próxima semana serán juzgados los supuestos autores de estos hechos. La Fiscalía pide que sean condenados a una pena de cinco años de prisión como autores de un delito de robo con intimidación y violencia.

Según el escrito de calificación de la acusación pública, los procesados se presentaron en la casa rectoral de Pontedeume sobre las tres de la madrugada. Rompieron una ventana de la planta baja y accedieron al interior. Sabían que el párroco, de 83 años, dormía en una habitación de la planta superior. Se metieron en ella y zarandearon al sacerdote para despertarlo. Mientras uno le ponía una linterna a escasos milímetros de su cara, el otro le apuntaba con una pistola eléctrica. La víctima, dispuesta a colaborar, solo les pidió que no le disparasen, que tenía un marcapasos. Le exigieron la entrega de todo el dinero que hubiese en la casa. El cura les dijo el lugar en el que guardaba el dinero de las colectas, que sumaba 560 euros. Luego le pidieron que les entregase su dinero. En la cartera tenía 600. También se apoderaron de un ordenador portátil que pertenecía a la Iglesia, un ipad y una cámara de fotos.

Una vez satisfechos con el botín, ataron al párroco de pies y manos con unas bridas y abandonaron el lugar por donde entraron, siendo detenidos por la Guardia Civil un mes después.

El sacerdote, tras dos horas atado, pudo alcanzar la cocina, donde rompió las bridas y pudo llamar a la Guardia Civil. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, estaba ya dando la primera misa de la jornada.