Un mes en casa por temor al amianto

Rodri GArcía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

MARCOS MÍGUEZ

«Echamos en falta la rutina de ir al colegio», dice un padre del Ramón de la Sagra

16 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Leo es uno de los niños del segundo curso de primaria del colegio Ramón de la Sagra. Esta es la cuarta semana que no acude a clase. «Soy arquitecto y sé los riesgos que tiene el amianto», argumenta su padre, Ildefonso García de Longoria, con el que se pasa las mañanas. «Mi pareja es profesora, trabaja en Santiago; se va a las siete y media de la mañana y vuelve a las tres de la tarde», explica. Han decidido no enviar a su hijo al colegio mientras no se conozcan los resultados de las mediciones de amianto en el centro. Las últimas las hizo la semana pasada, por encargo de la Consellería de Educación, una empresa afincada en el País Vasco; los datos obtenidos fueron enviados a un laboratorio que está en Francia y es puntero en esta cuestión, ya que, según indicaban desde la ANPA, no solo detalla si existen o no fibras de amianto, sino que especifica si estas son actuales o anteriores. Esto último permitiría saber, en el caso de que existan restos de asbesto, si pertenecen a las obras que se han llevado a cabo para cambiar la cubierta del colegio o si son anteriores.

Y mientras tanto, algo menos de un tercio de los alumnos siguen si acudir a clase, si bien hubo momentos en que esta cifra superó el 70 %, según reconocía la propia Consellería de Educación.

«Muchos padres, por una cuestión de conciliación familiar, no pueden tener a los hijos en casa y por eso han tenido que enviarlos al colegio», apunta Ildefonso García, algo que también señalan desde la ANPA.

Durante un tiempo, fundamentalmente en las dos primeras semanas, los profesores del centro facilitaron esta situación poniéndoles deberes a los escolares para que pudieran hacerlos en su domicilio. «Leo es muy pequeño y por eso lo de los deberes no tiene mucho sentido; para los cursos superiores sí que se los mandaban», argumenta este padre para señalar que como el suyo es hijo único «lo importante es que esté con otros niños, y no siempre rodeado de adultos».

Ildefonso, que tiene también una empresa de animación y está estudiando un posgrado, reconoce lo irregular de la situación: «Echamos en falta la rutina de ir al colegio, y seguro que va a costarle el reinicio».

Espera que todo lo que está ocurriendo en el colegio Ramón de la Sagra sirva de precedente porque «los riesgos del amianto no se conocen mucho», y «en un centro escolar una obra supone un riesgo, y los niños también son un riesgo, así que lo mejor es distanciar las dos cosas y hacer las obras cuando no hay niños. Eso parece lo lógico».

Otro argumento que apunta es el de que con casos como el del Ramón de la Sagra se pueda ir elaborando una buena base de datos sobre la incidencia del amianto en los colegios, y así poder actuar sobre ello.

Los primeros análisis descartaron la presencia del asbesto en el centro

La semana pasada, durante 24 horas seguidas, los técnicos tomaron muestras en el colegio Ramón de la Sagra. Estaba previsto que hoy, o ayer, se conocieran los resultados de los mismos. Una de las madres afectadas explicaba ayer que siguen a la espera de recibir estos datos e indicaba el estado de ánimo en el que se encuentran: «Ao noso enfado inicial únense arestora a impotencia, a tristura e o desacougo de todos os pais que resistimos esta presión para non levar aínda aos nosos cativos ao colexio». También destacaba «o duro que está a ser ter aos pequenos un mes na casa, sen seguir a súa rutina, afastados dos compañeiros e recompilando día tras día o material escolar que se está a impartir nas clases para intentar non perder o ritmo». Y concluía: «Isto é desmoralizante».

Las dudas de un aula

Tras las mediciones que se llevaron a cabo a finales de enero, desde la Consellería de Educación destacaban que los resultados habían sido buenos y reconocían que la única duda eran los datos recogidos en un aula del segundo piso que llevaba diez días sin limpiar por un problema con este servicio. Los datos recogidos en dicha aula no permitían especificar si se trataba de suciedad o eran fibras de amianto. Esto motivó la insistencia de los padres en, a pesar de que entonces ya habían concluido las obras del tejado, hacer unas nuevas mediciones con el fin de poder descartar al cien por ciento la ausencia de restos de amianto.