Ponga una de Berlanga en su vida

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

15 feb 2017 . Actualizado a las 18:53 h.

Un jueves cualquiera de una semana cualquiera de este mes de febrero, con lluvia, con frío, noche cerrada ya, un puñado de personas nos apretujamos en el patio de butacas del Teatro Colón. Con más frío dentro que fuera, el único calor llegaba de la pantalla. Porque el cine grande, el que convierte en arte con mayúsculas a este negocio, volvía al teatro. Con Berlanga. Y El verdugo. Fiesta de guardar, vamos.

Imagen de  El Verdugo  de Berlanga
Imagen de El Verdugo de Berlanga

La cosa se había fraguado unos meses antes cuando empezaron a llegar invitaciones vía redes sociales, recordando que Screenly y la revista Caimán Cuadernos de Cine habían decidido traer algunas de las mejores películas del cine español al Colón. Y que solo había que conseguir que reservase la entrada un número de gente para que echasen la peli. Primera prueba, superada. Ni de lejos un aforo completo, pero tan contentos (unos más que otros: a mi vera se quejaba una rubia de haber sido arrastrada contra su voluntad por su pareja. Los seis euros de la entrada para el combo cine español más noche de jueves más frío polar le parecían un exceso. Sospecho que la oí reír, a pesar de todo).

Antes de que se apagasen las luces, el concejal de Culturas se sacó el uniforme de edil (si es que se puede, como decía María Yáñez, de la organización) para repasar la historia de El Verdugo y de Berlanga. En medio de la tormenta desatada por el estado de la cubierta de Riazor, el cambio de aires parecía sentarle bien. Es lo que tiene pasar de los estadios al celuloide, de la realidad tantas veces gris de los pasillos del ayuntamiento a la lengua viperina e inteligente de Berlanga y Azcona. Que durante un par de horas hasta un concejal puede dejar de serlo y aislarse del temporal y sus consecuencias. Vamos a tener que recetar comedia a nuestros gobernantes, que el humor negro es siempre un buen remedio para dejar de tomarse en serio a uno mismo.

Congelados o no, reímos a carcajadas mientras la Guardia Civil buscaba al pobre Nino Manfredi en las cuevas del Drach, mientras José Luis López Vázquez medía las cabezas de sus retoños, mientras Pepe Isbert sacaba del maletín el material de trabajo ante los ojos aterrorizados de su futuro yerno.

Lo mejor es que aún podremos resguardarnos del temporal (el meteorológico y el político) dos veces más: en marzo, con los ojos alucinados de Ana Torrent en El espíritu de la colmena, y en abril, con Paco Rabal jugando al tute con Viridiana. Erice y Buñuel vienen a rescatarnos y solo hay que reservar entradas y esperar a que el resto de los coruñeses hagan lo mismo. Seis euros poco parecen para pagarnos las risas y las emociones y la sensación de tribu. Y hasta la felicidad momentánea de los concejales.