Con agujas que no pinchan

r. d. seoane A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

m. míguez

Enfermeras del Materno calcetan en su tiempo libre gorros de Papá Noel para los bebés

05 dic 2016 . Actualizado a las 16:57 h.

Las mismas manos que acarician el nacimiento, tejen para los recién nacidos. Cuando salen de su turno de biberones, vías, medicaciones y demás cuidados a los que acaban de llegar, las enfermeras de neonatos del Materno cambian de agujas. Con las de calcetar bajo el brazo, regalan sus ratos libres en casa a hacer algo más por aquellos que, cosas de los comienzos difíciles, han de celebrar su primera Navidad fuera de un hogar que todavía ni siquiera han llegado a conocer. Para todos ellos, este diciembre habrá en el hospital gorros mínimos de Papá Noel, gigantes en color y, sobre todo, en calor.

No es la primera vez que lo hacen, y no es raro que el primer contacto piel con piel entre los pequeños con sus madres sea de cuerpecillos desnudos, pero con la cabeza abrigada por uno de sus gorritos. «Ya parece una personita, dicen los padres cuando los ven», cuenta Sara Seijo, una de las enfermeras tejedoras. Sus manos diestras en pinchar cuando es necesario, también manejan otras agujas para, calcetando, llevar cierta normalidad a un entorno de incubadoras y esperas en una unidad por la que cada año pasan medio millar de pequeños estrenados en el mundo, doscientos de ellos prematuros.

«Su primer todo es aquí: su primer pañal, su primer biberón, sus primeros Reyes... más allá de ser pacientes, lo viven aquí, ¿por qué no dulcificarlo un poco? Si estuvieran en sus casas, lo celebrarían, ¿por qué aquí no?», comenta Loli Eiriz, supervisora de la unidad y estímulo de mil y una terapias basadas en humanizar una estancia en el hospital que, a menudo, se hace muy dura para las familias. «Tenemos niños muy pequeñitos que pasan con nosotros mucho tiempo», cuentan las enfermeras, todo sensibilidad frente a vidas de, a veces, apenas medio kilo.

De eso sabe mucho Raquel Quintano. «Tengo niños de 43 años», bromea quien ha atendido ya a la segunda generación, los hijos de aquellos recién nacidos que cuidó en sus inicios en el Teresa Herrera, allá por 1974. Ahora «he vuelto a aprender a dibujar», confiesa riendo, porque además de tejer gorros, son maestras de los tutoriales de Internet para decorar cada oportunidad de celebrar un paso más en los comienzos de sus bebés. Como hicieron el 17 de noviembre, Día del Prematuro, con una fiesta adornada de morado, llena de dulces y detalles. Entre ellos, una bolsita de regalo con un gorrito -lila por supuesto-, un sonajero de campanillas tejidas y un corazón amoroso de tela. Ese día repartieron más de 560 chapas entre papás, niños... Todo, hecho por ellas.

«Se supone que sabemos coger una vía, tomarle las constantes y ponerle la medicación... ¡es nuestro trabajo! Todo lo demás es valor añadido», apunta Loli, que ha constatado el efecto contagioso de aquello que se hace con cariño. Cada vez son más en el taller de manualidades, ahora toda la unidad ha hecho un fondo para colaborar a la compra de material, y hay abuelas que vuelven al hospital con sus nietos ya de alta para traer nuevos gorritos.

«Los padres lo agradecen mucho y se lo llevan todo», cuenta Sara, que colabora también para elaborar las medallas por el primer kilo de los prematuros, a veces el doble de lo que pesaban al nacer, o las tarjetas que lucen en sus incubadoras por el primer cumplemés, o los trajes de las fiestas de carnaval que también organizan, con photocall incluido, en las que nadie, sea papá, bebito o médico, se queda sin su tocado, antifaz o peluca. Han vestido minúsculas caperucitas, piratas diminutos, payasos, pollitos y hasta un pequeño torero con traje de luces y montera. «Les damos a elegir a los papás y ¿sabes? uno de los que más les gusta es el disfraz de enfermera», sonríe Sara.