Ponga una calabaza en su vida

Antía Díaz Leal
Antía Díaz Leal CRÓNICAS CORUÑESAS

A CORUÑA

26 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

En Cádiz y en Ceuta acaba de proponer la Iglesia que esta última semana de octubre los niños se disfracen de santos y celebren Holywins («la santidad gana», más o menos) en lugar del Halloween. Que hay que recuperar el espíritu de la fiesta de Todos los Santos. Tarde piaches, podríamos decir con todos los respetos al señor obispo. En el anuncio piden que este año no nos dejemos llevar por modas pasajeras. ¿Pasajero, Halloween? No sé cómo andarán en el sur los escaparates, pero aquí nos comen las calabazas desde hace años. Y las arañas. Y los monstruos. Y toda la parafernalia en naranja y negro, con disfraces y bichería de todo tipo. Que ya gusta poco disfrazarse en esta ciudad como para importar otra tradición carnavalera fuera de temporada.

Antes de que me llamen rancia por pensar seriamente en abrazar la santidad en lugar de abalanzarme sobre las calabazas cuchillo en mano, déjenme que reconozca que me enternecen los esfuerzos patrios por convertir la muy norteamericana fiesta de Halloween en un producto propio. Que nos podemos poner muy celtas y recordar a los estadounidenses que nosotros inventamos la fiesta y la llamamos Samaín y que es más de aquí que los castros y que ya celebrábamos así la llegada del invierno y que lo fina que es la línea que separa los vivos de los muertos lo sabemos en este extremo del mundo mejor que en ninguna otra parte, que otra cosa no, pero la Santa Compaña es nuestra. Que sí, que ya que no puedes con el enemigo, mejor únete a él y desentierra una tradición que un poco más al norte, sobre todo en Cedeira, celebran con orgullo. Porque la alternativa es ser como el señor Scrooge del Halloween y mirar los escaparates con superioridad y bufar con mala leche cada vez que aparezca una calabaza en tu vida. A menos que sea para hacer puré, claro.

Ciudad arriba, ciudad abajo, hay ofertas de Halloween, fiestas de disfraces, sillitas con caras monstruosas (puedo jurar esto último), y de puertas adentro, un bombardeo televisivo de películas de terror y series para niños con capítulos especiales. Todo preparado para que pasemos miedo la última noche del año. Miedo a qué, digo yo, que miro asustada los escaparates. Si lo más aterrador es pensar que en tres semanas importamos el Black Friday y se nos llenarán los escaparates locales de carteles de ofertas que no te puedes perder, porque una será rancia pero también es práctica y estamos a finales. O que en un par de décadas podemos celebrar Acción de Gracias con un desfile en los Cantones y casetas con pavo y pastel de calabaza en María Pita. Cosas más raras se han visto. Y seguramente más monstruosas. O no.