El papel del periodismo

Manuel González PERIODISTA

A CORUÑA

19 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Este domingo los periodistas celebramos nuestra fiesta patronal, San Francisco de Sales. Es, por tanto, un buen momento para reflexionar sobre el papel del periodismo en un momento tan complejo como el que vivimos. A nadie se le oculta que el mayor enemigo de este oficio lo representa -y con mucho- el periodista que miente y manipula. Y alguno hay, para sonrojo de la profesión. Pero, sin duda, el peligro más amenazador proviene de quienes, desde el ejercicio del poder, tratan a diario de convencernos de que ellos van a lograr que nadie mienta ni manipule más. Son conscientes de que si controlan al periodista capan la facultad del ciudadano para tener su propia opinión.

Pretender extinguir la información libre siempre se ha intentado justificar con la indecente coartada de la felicidad colectiva y el amor a la verdad. ¡Como si los ciudadanos fuésemos tan ignorantes que no pudiésemos enfrentarnos a una prensa libre, a un mercado libre? a la democracia en más pura esencia! Es la táctica que emplean los puros, los más contaminantes. Y nadie infecta más que aquel que predica la pureza en extremo. Que se lo pregunten, si es así o no, a las víctimas de aquellos que imponen su criterio a la fuerza, sin importarles las consecuencias.

Los periodistas solemos presumir en exceso a la hora de valorar nuestro papel en la construcción de la sociedad democrática. A menudo, evidenciamos nuestra imprudencia y olvidamos que ya la mejor tradición literaria hace referencia a las profundas contradicciones de un oficio que -sin ser ejemplar- resulta imprescindible. Conviene recordar que el periodismo nació como contrapoder. Y así ha sido capaz de descabalgar gobiernos corruptos o récords deportivos conseguidos con trampa. Desautorizarlo es una vieja y equivocada tentación que los distintos poderes utilizan a menudo para librarse de su incordio.

Es cierto que la imperfección anida en todas las profesiones, incluida la nuestra. Pero la compensan otros valores inmateriales como la sospecha, la indagación, la valentía y el talento, virtudes inherentes a un oficio inventado para cuestionar toda verdad que se pretende irrebatible.