La tarta no llega para todos

Lola Prieto FARMACÉUTICA

A CORUÑA

30 sep 2015 . Actualizado a las 12:54 h.

Se acerca el envite electoral y los políticos quieren repartir sus cargos directos e indirectos pero, por primera vez en la democracia, participan, con muchas posibilidades en el tablero de juego, dos partidos nuevos: Podemos y Ciudadanos. El descontento generalizado por parte de la sociedad y el acceso universal a la tecnología, especialmente las redes sociales, con la consiguiente interacción y participación globalizada de todos los ciudadanos, han posibilitado la visibilidad y el éxito de los nuevos.

En este primer rifirrafe político, los políticos tradicionales comienzan a realizar llamadas a compañeros de partido pidiéndoles el apoyo para encabezar una lista que bien les lleve al Congreso o bien al Senado. El camino, hasta ahora, les fue fácil, pues solo consistía en aglutinar a sus fieles el día de la asamblea del partido para poder mantener, así, el lobby que les permita continuar una «temporada más» (nada más que 4 años) cobrando un buen dinero del erario público, a cambio, en muchos casos, de poco hacer y de lograr cuotas de poder quiméricas para muchos de ellos. Realmente, en otras circunstancias, para algunos de ellos esa cuota de poder sería el paro.

El problema sobreviene cuando se atisba el fin del bipartidismo y la nueva época cuatripartidista parece que está a punto de llegar. ¿Cómo repartimos ahora las cuotas de poder si para más inri estos dos nuevos partidos tienen en sus programas intereses o fines muy diferentes a los tradicionales?

Por un lado, tenemos a los apoltronados que no quieren moverse del generoso estado en el que están, y por otro, a los emergentes que quieren cambiar las normas del juego y apostar por una mejor gestión del dinero público (que no olvidemos que es el dinero de los ciudadanos), y por unas instituciones y unos políticos limpios.

En medio de este escenario, encontramos a los famosos grupos de presión, que suelen tener un perfil interno y otro externo.

El perfil interno se crea para poder establecer unas normativas o leyes adecuadas a los intereses particulares de los políticos no solo a nivel económico, sino también a su moralidad. Su instrumento son las leyes como la educación, salud pública, etc.

El perfil externo tiene como herramienta el intercambio o «cadena de favores», en donde no importa la ideología ni los intereses de los que te han votado, como ocurrió con las cajas de ahorros y las eléctricas.

Con este contexto cuatripartidista y la presencia de los eternos lobbies, nos espera un año sorprendente y subversivo. La pregunta que me hago, queridos lectores, es ¿serán capaces los nuevos partidos de alcanzar una cuota de poder suficiente para cambiar el escenario político vivido hasta ahora?