La Cocina Económica proporciona habitaciones a indigentes extremos

Rodri García A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

La entidad abona también hasta 2.000 euros de medicinas al mes

13 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Son casos puntuales, extremos. Aunque les gustaría, «no tenemos capacidad para hacer frente a los alquileres para cualquier usuario». Esto explican los responsables de la Cocina Económica. Su presidente, Alberto Martí Villardefrancos, enumera los servicios que prestan, con el reparto de casi 1.400 comidas diarias. «Desde que un indigente que dormía en la calle se murió de frío, a algunos les pagamos una habitación para que vayan a dormir», relata.

La centenaria entidad cuenta con un trabajador social, Pablo Sánchez, que lleva a cabo el seguimiento de la mayor parte de las personas que acuden habitualmente a la misma. Es una labor que permite una atención individualizada y, con ella, el conocimiento de cada caso. «Teníamos un usuario que llevaba viniendo diez años; justo cuando terminó de recibir la percepción que le daba la Xunta le detectaron un grave problema cardiológico y tuvieron que ponerle un by-pass», explica Pablo Sánchez. Como «su capacidad económica es muy limitada», desde la institución benéfica acordaron pagarle el alquiler de una habitación que sigue utilizando. Es uno de los beneficiarios de la ayuda a la que aludía Alberto Martí.

En estos momentos, «pagamos mensualmente entre 12 y 14 alquileres» para que otras tantas personas puedan dormir en una habitación, indica. De todos modos, insiste Sánchez, esto se hace «después de un plan de trabajo individualizado con cada persona».

Ayuda para renovar el DNI

Esta atención personal del trabajador social se centra en tres puntos: «La vivienda, la salud y los recursos económicos», detalla Pablo Sánchez. Esto hace que en ocasiones desde la Cocina Económica se presten servicios que, de entrada, no parece que fuera posible. Así, «en la farmacia a la que vamos habitualmente hay meses que pagamos más de 2.000 euros», apunta Pablo Sánchez. Y es que hay usuarios que no pueden hacer frente ni a la compra de la medicación que necesitan y por ello los gestores de la entidad destinan una cantidad mensual para ello. «Nunca bajamos de los 800 euros», apunta Sánchez.

Otro pequeño, pero muy importante servicio que desde la Cocina Económica prestan a algunas de las personas que acuden a sus dependencias es el de ayudarles en la renovación del DNI. La razón es obvia: «Una persona sin el carné de identidad no tiene posibilidad de tramitar ninguna ayuda», indica Sánchez. Por este motivo, sabe muy bien que cada uno de estos casos le supone a la entidad el desembolso de 13,60 euros, «que ellos no pueden pagar».

Son algunos de los servicios que presta la Cocina Económica, una entidad cuyos responsables, dice su presidente, Alberto Martí, «estamos cumpliendo con nuestro servicio y podemos salir adelante, a pesar de atender a más personas que nunca, gracias a la generosidad de la gente».

Inquilinos de la calle, a pesar de todo

Valoran la conversación casi tanto como un bocata o un euro para un café. Cada uno tiene su historia, que no siempre está dispuesto a contar a cualquiera. Y tienen sus teimas, como cualquiera. La principal es que prefieren ser inquilinos de la calle, donde nadie les pone ni horarios ni normas. Algunos se remontan hasta el desaparecido servicio militar: «Ya obedecí bastante en la mili», objeta un indigente que al preguntarle por su nombre responde sonriendo irónicamente: «Alain Delon». Rechaza buscar cobijo en un pensión, «ahí seguro que me roban», sentencia, con su cargamento de bolsas. Otros indigentes agradecen las palabras pero son reacios a recibir consejos, como ese que vayan a buscar cobijo en alguna entidad benéfica. «Estuve en una pensión y no había más que broncas, no podía dormir. En la calle estoy tranquilo, hago lo que me da la gana». Lo cuenta Pedro, al que normalmente se le puede ver por Cuatro Caminos. Es en esta zona donde también cada noche se puede ver como otro vagabundo, que ronda los cincuenta años y está acompañado por su madre, acondiciona alguno de los escaparates para dormir.

Los responsables de las entidades benéficas coruñesas coinciden habitualmente en cuantificar en algo más de cincuenta personas las que duermen en la calle cada noche.

Seguimiento desde oenegés como Cruz Roja y los viernes, conversación y café caliente

La noche de los viernes, sobre todo en los meses de invierno, salen a la calle. Aunque son jóvenes que no van de copas, ni de cena. Van recorriendo aquellos lugares donde saben que hay personas durmiendo en la calle: escaparates, cajeros o soportales. Se saben el nombre de cada uno de ellos y así les saludan: «Hola Juan, ¿cómo estás?». Ni sus propios compañeros saben su nombre, le conocen por un apodo. «Hola Estrella...». Y ella, a la entrada de un tanatorio, responde, con voz ronca, para regalarles luego una canción con una voz rota que recuerda a Chavela. Son componentes del colectivo de jóvenes Boa Noite, vinculados con la parroquia de San Francisco Javier, que reparten entre los indigentes chocolate caliente, café, bocadillos o bollería.

No son los únicos que hacen un seguimiento de las personas que duermen en la calle. También los voluntarios de Cruz Roja les visitan, sobre todo durante los meses de invierno o en momentos en los que se prevé que su situación es peor. Suelen hacerlo los miércoles y desde la entidad se les presta apoyo en distintos aspectos, siempre enfocados a que estas personas puedan dejar de vivir en la calle. A veces es tramitarles la solicitud de una ayuda, otras buscarles una habitación donde dormir. En ocasiones, la motivación para que al menos intenten salir de la situación en la que se encuentran es otra forma de ayudar a estos indigentes.

Esta labor asistencial también la vienen llevando a cabo los servicios sociales del Ayuntamiento coruñés desde los que en ocasiones coordinan la labor de entidades y colectivos que se preocupan de este grupo de personas que tienen la calle como su residencia habitual.

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