Ojos vendados para reflexionar sobre la discapacidad

Alejandro Gándara LA VOZ / A CORUÑÁ

A CORUÑA

Los empresarios comprobaron lo difícil que es moverse por la ciudad sin poder ver.
Los empresarios comprobaron lo difícil que es moverse por la ciudad sin poder ver. marcos míguez< / span>

La ONCE reunió a empresarios de toda Galicia para que se pusieran en la piel de personas con diversidad funcional

10 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«¿Hay escaleras ya?», se pregunta Maximino mientras tantea el suelo con su bastón. Todavía le faltan varios metros para alcanzarlas, pero su desorientación es absoluta. «Te están hablando a ti», le explica su compañero y guía, mientras intento que me explique sus sensaciones. Maximino es uno de los empresarios que participó ayer en Capacitados, la última campaña de FSC Inserta, entidad de la Fundación ONCE para la formación y el empleo de personas con discapacidad, a la que asistieron más de 20 representantes de empresas de toda Galicia como Abanca, Gadisa o Repsol, e instituciones como la Universidade de Santiago de Compostela o la Fundación Laboral de la Construcción.

La presentación, en la planta baja del Hotel Meliá María Pita, comenzó con la intervención de Manuel Martínez, delegado de la ONCE en Galicia, quien destacó el papel de la organización en el ámbito de la economía social, proporcionando empleo directo e indirecto, explicó, «a 66.000 personas». También hablaron Carmen Bouso, directora xeral de Traballo e Economía Social, y la directora de Inserta en Galicia, Menchu Iglesias, que advirtió a los empresarios presentes de que «os vamos a hacer sentir lo que nosotros sentimos a diario, y que no impide nuestra capacidad para trabajar».

Bajo un sol de justicia, los participantes comenzaron a descender la escalinata a la entrada del hotel. En sus ojos, diversos aparatos para reducir su visibilidad; en sus manos, bastones que manejaban como podían mientras sus compañeros y guías les indicaban el camino. Al llegar al primer semáforo, primer problema: «¿escucháis el semáforo acústico?, preguntaba el guía de la expedición. «No, porque no funciona», señalaba. Al intentar cruzar, segundo problema: un grupo no consigue seguir el ritmo de cabeza y opta por quedarse esperando a que el semáforo vuelva a abrir. «Como veis -indicaba el guía-, el tiempo para cruzar un semáforo es poco si no vas a paso rápido».

Y los obstáculos no cesaban. «¿Has visto cómo esquivé ese banco?», preguntaba Mayra, orgullosa, a su compañero. Mientras, en el grupo de los rezagados, Alfonso describía su experiencia como «vertiginosa».

Al final, a pesar de todos estos problemas los participantes consiguieron llegar al punto de destino sin novedad, pero todos coincidieron en destacar lo «complicado y meritorio» de caminar sin referencias por un espacio «poco amable», una experiencia que supone el día a día para millones de personas con discapacidad.