El primero de la clase busca trabajo

María Ballesteros OLEIROS / LA VOZ

A CORUÑA

Juan Andrés Taboada, un vecino de Lorbé con discapacidad intelectual, es el alumno más aventajado de los talleres de inserción de Aspadisol, en Oleiros

26 oct 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando fantasea, Juan Andrés Taboada piensa que su vida ideal sería la de cantante famoso. «Con un club de fans», apunta. Al volver a poner los pies en la tierra, en cambio, tiene claro que a lo que de verdad le gusta dedicarse es a la jardinería y que lo que quiere es trabajar para una empresa del sector y llevar así un sueldo a casa. A su favor está ser sin duda el primero de su clase. En su contra, que la clase donde estudia no pertenece a una escuela de negocios ni forma parte de un máster oficial.

Este vecino de Lorbé (Oleiros) de 31 años acude cada mañana al centro que Aspadisol -la Asociación de Padres de Discapacitados Psíquicos de Oleiros- tiene en O Valiño, donde ha aprendido a trabajar en la cocina, manualidades y, sobre todo, labores de jardinería, una actividad que le permite hacer trabajos esporádicos por las tardes para algunos vecinos de su parroquia.

Juan Andrés tiene una discapacidad intelectual de entorno al 30 % que no le permite por ahora acceder a una pensión, pero nunca se ha sentido diferente al resto de chicos de su edad y, como ellos, acudió en su día al instituto María Casares de Bastiagueiro y al centro municipal de formación Isaac Díaz Pardo. Por eso reconoce que se le hace «un poco raro» estar en un centro en el que todos los usuarios tienen discapacidad, en su mayoría mucho más acusada que la suya.

De él, la directora de Aspadisol, María José Ferreño, dice que es completamente válido para trabajar, mientras que su madre, Julia, asegura que Juan Andrés «deféndese desde sempre». Él no puede más que darles la razón y, ante un imaginario empleador, sabría muy bien cómo definirse. «Le diría que soy muy trabajador, serio y responsable», y cuando enumera sus características habla con gravedad.

De su buen trabajo pueden hablar sus monitores y los vecinos a los que les arregla el jardín, pero también su currículo, que ha empezado a enviar a través de Aspadisol para dejar de engrosar las listas del paro. Su experiencia laboral pasa por una empresa de construcción de Sada, en la que no duró, y por el Consorcio As Mariñas, donde formaba parte de una brigada de jardinería y limpieza viaria. «Cortaba la hierba, desbrozábamos, barnizábamos bancos, instalábamos riego...», recuerda Juan Andrés, quien consiguió renovar su contrato y completarlo hasta que concluyó la oferta laboral.

Su último empleo, en el que permaneció cuatro meses, fue en una hamburguesería de la N-VI, a la altura de Perillo, en la que se dedicaba a labores de limpieza en el exterior del restaurante. «El primer día ya vi que no me gustaba el trabajo, pero tenía que acomodarme», reconoce. Aun así, superó el período de prueba y continuó hasta que fue evidente para los responsables de Aspadisol que aquel trabajo no era para Juan Andrés.

Aportación necesaria

Mientras envía currículos y acude a entrevistas de trabajo, Taboada sigue haciendo algunas tardes arreglos en jardines, por los que en ocasiones ha conseguido cobrar unos 400 euros al mes, según dice, con los que ha podido comprarse su propio cortacésped, además de una desbrozadora. «Me siguen llamando porque lo hago bien. Lo dicen ellos. Y les caigo bien», explica.

Poder llevar un sueldo a casa es importante para que Juan Andrés consiga una integración laboral plena, pero también lo es para su economía familiar, ya que sus padres tienen pocos ingresos y problemas de salud y el joven es su único hijo. «Temos moitos gastos, pero traballo non hai en xeral...», lamenta su madre, quien asegura que, además de la ayuda económica que suponen los trabajos de Juan Andrés, su hijo también echa una mano en casa.

«Aquí aprendí a pelar patatas, lavar las lechugas... y en casa barro, friego, lavo los cacharros... Mi madre me manda a veces y, si no me manda, lo hago yo», cuenta. Juan Andrés no renuncia a poder hacer esas tareas en su propia casa, junto a una compañera. «Me gustaría tener una familia».

De momento, una de sus aficiones es jugar al fútbol, lo que también hace en el centro Aspadisol -«me dicen que soy bueno», comenta-, y la otra es pasear, pasear mucho. «Me gusta pasear con gente mayor, de ochenta y pico, que me cuenten historias de antes, de fútbol», dice Juan Andrés, quien se confiesa lector diario de la prensa: «Veo los deportes, las esquelas, la programación de televisión...». Como él dice, una vida «normal» y corriente.

«A un empleador le diría que soy muy trabajador, serio y responsable»