El derribo de la chimenea deja sin referente a los vecinos de Arteixo

Pablo Barro ARTEIXO / LA VOZ

CORISTANCO

Abogan por su conservación a pesar de que la central de fuel no tiene uso

07 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

A los vecinos de Arteixo les cuesta desprenderse de lo que para ellos es «un referente» en el municipio. La chimenea de la central térmica de Sabón les ha servido durante más de cuatro décadas para dar indicaciones precisas a los forasteros sobre la ubicación de sus casas, negocios o cualquier otra ubicación de la zona. La mayor parte de las personas que viven en el entorno ni siquiera recuerdan cómo era Sabón sin su presencia y sin la del polígono, que más o menos crecieron a la par.

Por aquel entonces, a finales de la década de los sesenta del siglo pasado y principios de la de los setenta, el entorno de Sabón no tenía nada que ver con lo que es ahora. Junto a la carretera provincial que se dirige al núcleo de Arteixo estaba la aldea de A Pedreira y ya existía por allí algún negocio. Es el caso del café bar Rozas. José Rozamontes, ahora jubilado, estaba entonces al frente del negocio. Recuerda como llegaban los autobuses de Carballo, Santa Comba o Coristanco llenos de trabajadores que luego tenían que cubrir a pie el resto del trayecto hasta la planta de fuel por los carreiros existentes. José lo tiene claro: «Eu por min non a tiraría», aunque también recuerda que cuando funcionaba «contaminaba moito e se notaba nas colleitas». «Antes desta central todo era máis natural», apunta.

Su hija Mari era una niña cuando se empezó a levantar la chimenea, pero recuerda que el negocio se llenaba de obreros. Concebir Sabón sin la chimenea es para ella «como si me faltara algo». Explica que por su altura, al verse desde todos los lados, servía como un referente. «Ahora tendremos que utilizar el molino», afirma resignada.

A pocos metros de allí, Manuel y Matilde regentan el supermercado y carnicería Fraga. Llegaron desde A Laracha cuando se levantaba la chimenea, que se puede contemplar en toda su magnitud a través de la cristalera del negocio. «Entón non había nada, todo eran leiras que mercaron despois por dous patacóns». Durante los trabajos, que se prolongaron años, recuerda cómo se levantaron barracones de madera por la zona para que los trabajadores pudiesen comer. Sin embargo, muchos preferían hacerlo en el pequeño negocio de la familia Amado, al pie de la central. Miro, que todavía vive allí, también aboga por conservar la chimenea como monumento, incluso propone convertirla en mirador. Al rememorar aquellos tiempos se acuerda del local siempre lleno y de los obreros trabajando sin parar «estaban hormigonando seguido, aí non paraba ninguén». Como el resto, se tendrá que acostumbrar a ver el paisaje sin esta mole de hormigón.