La Audiencia desmonta la denuncia de 2 mujeres por explotación sexual

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Acusaron a un club de Bergondo de obligarlas a prostituirse siendo mentira

19 jul 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Las mujeres, de nacionalidad rumana, se presentaron el 5 de mayo del año pasado en comisaría para contar una historia personal de lo más horrenda. Relataron haber vivido un calvario durante un mes. Dijeron entre llantos que una mujer las captó en su país ofreciéndoles un trabajo como asistentas de hogar y cuando llegaron a A Coruña las encerraron en un club de Bergondo, donde las obligaban a prostituirse y a pagarles la deuda de su viaje. Aquella denuncia derivó en el procesamiento de dos encargadas del establecimiento. Y hace un mes ocuparon el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial para responder por un delito de trata de seres humanos con fines de prostitución por el que la Fiscalía pedía que fueran condenadas a seis años de prisión. Esta semana salió la sentencia y el tribunal absolvió a las imputadas, defendidas por el penalista Ramón Sierra, porque la denuncia estaba llena de incongruencias y posibles falsedades. Por ejemplo, no entiende la Audiencia cómo pudieron denunciar que las tenían incomunicadas cuando pedían dinero para recargar las tarjetas de sus móviles. O que el billete de bus que compraron para viajar de Bergondo a la comisaría el día en que escaparon se lo pagó un cliente del club al que le contaron lo que les estaban haciendo. Sería creíble si no fuera porque las chicas no tenían ni la menor idea de español. De hecho, la policía tuvo que llamar a un intérprete. Por si fuera poco, dos mujeres que trabajaban en el establecimiento, también rumanas, declararon en el juicio que las denunciantes les habían confesado que sabían a lo que venían.

Pese a esas evidencias, las denunciantes habían relatado una historia de explotación sexual similar a la que sí ocurre cientos de veces, que fueron traídas a España engañadas.

Comisaría

Relataron en la policía que al llegar a A Coruña fueron recibidas por las acusadas, que en lugar de llevarlas a una vivienda en la que trabajar como sirvientas, las llevaron a un club de alterne, donde les informaron que los planes que tenían para ellas habían cambiado. Les dijeron que los gastos de su viaje a España tenían que devolverlos. Y para ello tendrían que trabajar como prostitutas. Así, les informaron de que la media hora con el cliente sería de 50 euros y la hora de 100. La mitad correspondería a ellas y la otra mitad a saldar la deuda. Y para que no se les pasara por la cabeza poner distancia con el club, tendrían que vivir en un estado de semi encierro, en el que tendrían unos minutos al día para salir a fumar, siempre vigiladas, y por las noches las puertas del establecimiento, en Bergondo, estarían cerradas. También les dijeron que su horario sería de cinco de la tarde a cinco de la madrugada, si bien algún cliente se rezagaba, había que quedarse para atenderlo.

También se investigó al propietario del club, pero la Fiscalía no encontró pruebas que invitaran a pensar que sabía la procedencia de las chicas o las condiciones de trabajo. Lo único que conocía era a lo que se dedicaban.