Un patio de luces muy particular

a. mahía / p. Barro A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

Imagen aérea del patio de luces con la casa en medio.
Imagen aérea del patio de luces con la casa en medio.

Un edificio de tres plantas se levanta en medio de una manzana en el Agra

01 jul 2014 . Actualizado a las 19:49 h.

Hay una casa en el Agra del Orzán que está ahí desde hace medio siglo, pero casi nadie se ha enterado. Porque no se ve pese a tener tres generosas plantas y dar cobijo a otras tantas familias. El truco está en su ubicación, pues se levanta en medio y medio de un patio de luces en la zona de las Conchiñas. Está rodeada de ropa tendida y para acceder a ella hay que hacerlo por un viejo portal de madera de la calle Entrepeñas. Una vez flanqueado, ha de recorrerse un pasillo de unos veinte metros que da a un patio de luces. Y en mitad de aquello, la casa.

¿Porqué está ahí? Simple y llanamente, «por el urbanismo salvaje de los setenta», especialmente en la zona del Agra del Orzán, donde tanto se dejó hacer que quedaron cosas como esta, que un edificio se viese de pronto encerrado en medio de una manzana. Cuentan los que vieron aquello que en unos meses, la casa pasó de estar sola a estar encerrada.

Este número 8 interior de la calle Entrepeñas fue el primer edificio de la zona. En los sesenta estaba solo. No había nada a su alrededor. Solo campo. No existía la calle Barcelona y la ronda de Outeiro o la plaza de las Conchiñas no se habían ni pensado. Hasta que de pronto llegó el ladrillo y decenas de constructores se fueron haciendo con el Agra cuando no había ni calles. «Si se hubiese urbanizado la zona antes de dar las licencias, nada de esto hubiese pasado. Pero se hizo al revés», cuenta Alfonso Méndez, vecino de la zona. Y como se hizo al revés, se le dio permiso de obra a un constructor en una parcela que limitaba al sur con esa casa. A las pocas semanas se le dio licencia a otro por el lado norte. Y así fue como, en unos meses, la vivienda quedó encerrada.

Los propietarios, que residen en Madrid desde hace muchísimos años, también lo eran de varias fincas que había en la zona y que vendieron. Pero no quisieron deshacerse de esa en concreto. Cuando se dieron cuenta de lo que le habían hecho, ya era muy tarde. Protestaron, pero fue como orar en el desierto. El feísmo ya estaba hecho y ahí quedó.

Hoy reside una mujer en el primero, unos jóvenes estudiantes en el segundo y el tercero está vacío porque los descendientes de aquellos propietarios tienen la vivienda para venir en verano. Los que ahí viven dicen que están de «maravilla». «Es imposible encontrar un lugar más tranquilo que esté en toda la ciudad», cuenta la mujer.