Se cambia laboratorio por aula

maría ballesteros A CORUÑA / LA VOZ

BETANZOS

Los colegios de la comarca renuncian a áreas especializadas, salones de actos y hasta salas de profesores para dar respuesta a la demanda de plazas

18 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Dar clase en lo que un día fue un laboratorio de ciencias, el salón de actos o la casa de un antiguo director es una experiencia que comparten muchos niños de la comarca, escolarizados en centros públicos donde el aumento de la demanda de plazas y el retraso en la construcción de nuevos colegios obliga a la dirección de los centros a obrar el milagro de asumir decenas de alumnos más en el mismo espacio.

Veterano en estas transformaciones es el colegio Valle Inclán de Perillo, en Oleiros, que en los últimos años ha visto desaparecer dos laboratorios y un aula de informática y pretecnología para habilitar cuatro aulas más. Sin embargo, el sacrificio de espacio ya no es suficiente y el próximo curso será la actual sala de profesores la que desaparezca para poder escolarizar a más niños. El Concello de Oleiros se ha comprometido a realizar la reforma que permitirá habilitar un nuevo espacio para los docentes.

En este municipio, donde acaban de iniciarse las obras de un nuevo CEIP en San Pedro de Nós, el único centro de primaria que no ha tenido que renunciar a espacios para crear más aulas ha sido el Isidro Parga Pondal de Santa Cruz. En el Luis Seoane de Mera, en cambio, han sacrificado dos laboratorios para habilitar dos aulas, mientras que en A Rabadeira, en la parroquia de Oleiros, el aumento de las plazas se llevó por delante hace años el salón de actos para poder disponer de dos clases, en el 2011 un laboratorio y este curso la sala de pedagogía terapéutica para asumir así un grupo de 4.º de infantil.

«O que lamentamos moitísimo é que pese as planificacións e que vimos dicindo desde o curso 2006-2007 que fai falta, estea sen construír o novo centro». La cita bien podría valer para Oleiros, pero quien habla es la directora del colegio de Tarrío de Culleredo, Ana Liñares, quien asumió la dirección del centro con 14 unidades educativas y el próximo curso tendrá 30.

El centro cullerdense, donde hoy estudian 657 alumnos, ha ido asumiendo el aumento de matrícula gracias a las características del amplio edificio en el que se aloja, pero donde ya no se puede trampear más, según la dirección. De hecho, ya se ha instalado un módulo externo para habilitar una nueva aula y el próximo curso dispondrán de dos más. «As aulas fóra non son cómodas, pero tratamos de non perder o espírito familiar deste centro, que ten una comunidade educativa excelente, e que non haxa mingua da calidade», señala Liñares, quien destaca además que el CEIP ha tenido que doblar turno de comedor para que todos los niños puedan comer en el centro.

Espacios comunes

«Nosotros tenemos 385 niños a comer todos los días y las instalaciones sufren un deterioro tremendo», cuenta, por su parte, el director del CEIP Ría do Burgo, Juan Ramón González Acón. El centro que dirige ha tenido que habilitar dos aulas en la antigua vivienda destinada en el pasado al director de la Laboral, una solución que les ha evitado sacrificios de otros equipamientos, pero que no impide que el aumento del alumnado, que en este centro ha pasado de 450 a 504 niños, se haga sentir en las zonas comunes.

Si en Culleredo ha sido la casa de un director, en el municipio de Cambre, en el CEIP Wenceslao Fernández Flórez, para crear nuevas aulas tuvieron que trasladar las oficinas a la antigua vivienda del conserje. En Carral, por su parte, las soluciones han sido diversas: se habilitó en su día un aula de apoyo en el espacio que ocupaba la radio, otras tres aulas de infantil están ubicadas en bajos municipales situados frente al centro escolar, mientras que otro grupo da clase en un barracón provisional habilitado como aula. También en Betanzos han tenido que sacrificar cada año un aula de especialidades. El nuevo colegio está a punto de acabar con esta agónica situación.