Gobierno, luego destituyo

Toni Silva SADA / LA VOZ

A CORUÑA

En su cambio de estrategia, el alcalde de Sada se ha llevado por delante a su secretario, al jefe de la Policía, a la coordinadora y al grupo del PDSP

23 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

«De entre todos los príncipes, evitar la fama de cruel resulta imposible especialmente para el príncipe nuevo». En 1513 Nicolás Maquiavelo escribía este consejo a Lorenzo de Medicis en su popular El Príncipe, un ensayo sobre las cualidades del buen gobernante. Cinco siglos después la reflexión del filósofo italiano se hace carne en la persona del alcalde de Sada, Ernesto Anido, que en tres años se ha sacudido el papel de marioneta de Rodríguez Ares pasándose al otro extremo, el de ese príncipe novato y contundente que relata Maquiavelo.

Cogió el bastón de mando envuelto en dudas y titubeos. Le tocó conocer a marchas forzadas la vida política y la administración local, sus procesos y sus trampas. Ahora Anido gobierna con mano firme y sin temblores en el pulso. De registrarse nuevos ceses en el Ayuntamiento habrá que recurrir a los dedos de los pies: los de las manos están casi agotados. Desde el verano pasado, el alcalde ha entrado en una espiral de destituciones de la que nadie adivina si ha llegado su fin. La colección la inauguró la primera coordinadora que él mismo había elegido cuatro meses antes. A las puertas de la Navidad apartó de un plumazo a los cinco concejales del PDSP, cuyas manos alzadas le habían hecho alcalde en julio del 2011. Hace diez días firmó un decreto para apartar -en este caso, temporalmente- al jefe de la Policía Local. Y el lunes de esta semana destituyó a su secretario personal y jefe de prensa acusándole de realizar a sus espaldas gestiones con Vendex. Además, la Justicia se había encargado de quitarle otra incómoda presencia para él: Ramón Rodríguez Ares tuvo que marcharse por culpa de una sentencia urbanística que le inhabilitaba por seis meses.

En la mayoría de los casos el alcalde ha alegado que se sentía chantajeado y quería liberarse de esas supuestas cadenas para trabajar por Sada. Pero lo cierto es que desde que los cesados están de puertas hacia fuera, Ernesto Anido se ve obligado a destinar parte de su tiempo de gestión a devolver todas las bombas de racimo que caen sobre su despacho lanzadas por personas que aseguran conocer trapos sucios del alcalde.

El joven regidor ha reiterado que no pasará por la alcaldía para que todo siga igual. Y a fe que está cumpliendo su palabra. Para Anido, el camino más corto entre dos puntos es una línea recta y con esa premisa está despachando en los últimos meses. Pero la política, especialmente cuando se gobierna en manifiesta minoría, recomienda meandros que Anido aún no practica, quizá fruto de su inexperiencia en un mundo tan sibilino. Este síntoma ya afloró en la campaña electoral, cuando Ernesto se guardó las irónicas acometidas políticas de Rodríguez Ares en el cajón de las afrentas personales.

Sada lleva semanas escribiendo capítulos kafkianos con su vida municipal. Pero quizá no deba sorprender tanto si se analizan los elementos por separado: por un lado, un novato en la política y, por otro, uno de los ayuntamientos más convulsos de Galicia por su balcanización política, sus intrigas, su tradición de mociones de censura con o sin tránsfugas. Gobernar Sada sin experiencia es como plantarse ante un miura sin ser torero.

Descartado el pacto contra natura entre el BNG y el PDSP, a Anido le queda un año muy complicado para ver germinar cualquier proyecto con su escuálido equipo de gestión. Y Maquiavelo ya había avisado hace quinientos años: «El gobierno de muchos es mejor que el de unos pocos».