Manuel Rivas se encuentra con su «musa céltica» de Vilarrodís

Susana Acosta
S. Acosta ARTEIXO / LA VOZ

A CORUÑA

PACO RODRÍGUEZ

Se reunió en Arteixo con uno de sus personajes de «As voces baixas»

21 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Manuel Rivas se llevó el pasado jueves una de esas sorpresas agradables que te ofrece la vida. Josefina López, Finita para los amigos y conocida como A loura de Vilarrodís, en As voces baixas, le estaba esperando en la librería A lus do candil de Arteixo. Hacía casi cincuenta años desde la última vez que la vio. Entonces era un niño con «sete anos, camiño de oito» y veía maravillado uno de los partidos más emocionantes de la época. Jugaban solteras contra casadas en Elviña para reivindicar el martes de carnaval. Era «o mundo ao revés», con un árbitro que corría con un reloj despertador en la mano. «Foi impactante ver aparecer naquel camiño á loura de Vilarrodís. Viña correndo campo a través, coa vestimenta de xogadora de fútbol. Imaxínate na época. Teño o recordo dela. Chamoume moito a atención porque é a lembranza da beleza», confiesa el autor que también recuerda las condiciones «tan singulares» en las que la vio.

En su encuentro del jueves en Arteixo, Rivas no desaprovechó la oportunidad de referirse a Finita en su intervención. Algo que hizo sonrojar a la protagonista de esta historia. «Me dio un poco de vergüenza, la verdad», reconoce. Y es que, al contrario de lo que suele suceder en estos casos, los años no han hecho mella en Finita. «Atopeina moi ben en todos os sentidos. A beleza non se perde. Muda pero está sempre aí», explicó Rivas que manifestó ser un defensor a ultranza de «a beleza do rostro co paso do tempo».

Tal fue la impronta que la rubia de Vilarrodís dejó en la niñez de Manuel Rivas que todavía se refiere a ella como «esa especie de deusa, de musa céltica que baixaba polo Castro de Elviña». Capaz de compararla en su última obra con Brigitte Bardot o con toda una modelo del calendario Pirelli, «coma unha revolución óptica naquela época de loito téxtil» pero «estaba aí, era verosímil», dice el escritor en As voces baixas.

Para Finita, el encuentro del jueves supuso todo un acontecimiento. «No lo conocía en persona. Me gustó mucho saludarlo. Fue muy emocionante», explica mientras cuenta que Rivas la emplazó a tomarse un café. Quien sabe, quizás ese también pueda ser el principio de una nueva novela.