Culleredo se mueve a ritmo de tango

María Vidal Míguez
María Vidal CULLEREDO

A CORUÑA

PACO RODRÍGUEZ

El interés por aprender a bailar este género argentino reúne cada semana a diez parejas en O Burgo

15 nov 2013 . Actualizado a las 07:30 h.

Desde hace cuatro años Culleredo se mueve a ritmo de tango. La cita los sábados a las seis de la tarde en el local municipal Costa de Lonxa, en O Burgo, muy cerca del edificio de Servizos Múltiples. Y el artífice, Enrique Saavedra, un argentino que lleva diez año afincado en España. Reconoce que el tango tiene fama de difícil, pero dice que no más que los idiomas. «Es como todo, hay que ser constante y perseverante», explica. Aunque desanima cuando dice que uno nunca termina de aprender a bailar tango, los beneficios que puede desencadenar sobre la salud hacen que los esfuerzos merezcan la pena. «Una persona que baile tango es menos probable que llegue a padecer Alzeheimer, además es muy saludable para el corazón, y también se recomienda mucho para personas con cuadros de estrés o depresión porque se le va a ir, en Argentina se recomienda mucho en estos casos porque te hace olvidar y recordar aquello que estas haciendo más que otras disciplinas porque te hace ser muy exigente», dice el profesor que cada dos o tres meses también se desplaza hasta Ávila donde imparte clase a otras veinte parejas.

Explica que en el tango, a diferencia de otros bailes, no se trata de seguir una coreografías, sino que el «tango bien bailado» es aquel que está improvisado, es decir, solo hay que dejarse llevar por la música, respetar los tiempos, las cadencias, los silencios, y sobre todo ir acompasado con la pareja. «Pero todo esto no se aprende ni en uno ni en dos meses, ni aunque se haga un curso intensivo, es como el médico si deja de estudiar va perdiendo técnica, aquí pasa lo mismo, uno nunca deja de aprender. Hay mucha gente que después de 20 años se cree que sabe bailar tango, pero puedes llevar 70 y seguir mejorando».

Saavedra junta cada semana a un grupo de 15-16 personas, tanto hombres como mujeres, «aunque hombres para bailar hay pocos, en general no les gusta y los que vienen lo hacen por acompañar a sus mujeres, les va más ir al bar a ver el fútbol». Aunque no siempre hay bailarines de ambos sexos por igual, algo importante dado que los dos componentes tienen roles muy diferenciados, al final forman igual las parejas aunque sean del mismo sexo. «Suelen venir por parejas, pero sino mujeres acaban haciendo de hombres o viceversa».

Cuatro años

Lleva cuatro años impartiendo clases en Culleredo, y dice que muy pocos alumnos del grupo actual llevan con él desde el principio. «Van cambiando de año en año, hay muchos que en el primer curso creen que ya saben, algunos quieren saber más, aunque es raro. Otros vienen un par de meses para conocer lo básico. En un curso pueden llegar a bailar coreografías, pero para bailar bien ni en dos, tres ni cuatro. El tango no solo es hacer posturas, aprender a caminar es lo más difícil, el que lo hace puede decir que sabe bailar».

Aunque trabajó como carpintero en su Buenos Aires natal, su vocación siempre fue la enseñanza. Comenzó dando clases a cuatro o cinco parejas en casas particulares, pero cada vez se juntaba más gente y no le quedó más remedio que trasladar las lecciones al exterior. En el tiempo que lleva en A Coruña ha actuado en el Teatro Colón o en el Fórum Metropolitano, pero tiene muy claro que le gustar más enseñar que bailar.

No hay ritmo que se le resista, y hasta se ha arrancado en alguna ocasión con la muñeira. Le gustaría difundir más las tradiciones de su tierra en Galicia, porque dice «aquí se baila muy poco». Y reflexiona. «Pero es normal si no hay bailarines, no hay salones, y así no hay sitios donde ir a bailarlo».