Cinco hombres atrapan entre tiros a los ladrones de una joyería

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Un agente entra en la joyería atracada ayer.
Un agente entra en la joyería atracada ayer. gustavo rivas< / span>

Retuvieron a uno mientras el otro disparaba hacia ellos un arma de fogueo

21 feb 2013 . Actualizado a las 13:00 h.

Si las balas fueran de verdad, sus cuerpos hubiesen terminado como un colador. Pero eran de fogueo. Los perseguidores no lo supieron hasta después, y aún así se abalanzaron contra los atracadores entre un repique de disparos. A uno lo echaron al suelo, lo desarmaron a mamporros y el otro no miró atrás. Se perdió por las calles del centro de A Coruña con el botín. La policía sabe perfectamente de quién se trata y se prevé que su huida dure solo un rato. Ocurrió a las cinco de la tarde de ayer en el corazón de la ciudad, en la calle del General Mola.

Como rateros no llegarán lejos. Nadie que presuma de ladrón va por la calle camino del objetivo -la joyería Ragil- con gabardina, sombrero de ala ancha y unas gafas de sol oscuras. Igualitos los dos. Su facha llamó la atención del propietario de otra joyería cercana y se quedó con la mosca tras la oreja. Siguieron su camino y entraron en el negocio con las pistolas por delante. Mientras uno apuntaba a las empleadas, el otro metía en una bolsa unos cuantos collares de cierto valor que había en el escaparate. No tardaron ni 30 segundos en salir. Sin preocuparse por un botín más cuantioso o costoso. Una empleada salió tras ellos gritando «al ladrón». El propietario de la joyería cercana, al oír aquello, salió y fue a por uno. Este le disparó a quemarropa. Al héroe, como le llamaban luego sus amigos, no le importó. Siguió tras él y lo agarró. Recibió un culatazo en la frente, por el que le tuvieron que dar dos puntos. Se sumó a la persecución el dueño de un estanco próximo. Luego el de una tienda de discos. Y dos personas que pasaban por allí. Contra todos ellos, los atracadores vaciaron los cargadores. Querían meterles miedo. Con esas armas era lo único que podían hacer. Pero miedo, ninguno. «Porque en ese momento, no lo piensas», dicen como si nada.