«Ser guitarrista clásico aquí es como predicar en el desierto»

fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

GUSTAVO RIVAS

Acaba de actuar en el encuentro mundial celebrado en Vigo

11 feb 2013 . Actualizado a las 12:47 h.

Tiene un currículo enorme, en el que figura como finalista del prestigioso certamen Francisco Tárrega. Y es que a Pablo Rodríguez lo de la guitarra le viene de familia -su padre es el compositor y guitarrista Enrique Rodríguez Iglesias-. Esta semana fue invitado a participar en el encuentro mundial de guitarra celebrado en Vigo. El coruñés está considerado como uno de los mejores intérpretes de su generación, un reconocimiento que intenta extender a la guitarra, que define como una gran desconocida.

-Lo de la guitarra lo lleva en la sangre.

-Ya mi abuelo era un gran aficionado. Aunque la verdad es que mi padre siempre me dejó total libertad para que me dedicase a lo que quisiera. Empecé a tocar siendo un canijo. Después tuve otras inquietudes, pero me fui metiendo cada vez más en la guitarra hasta que decidí dedicarme de verdad a ella.

-¿Cuándo se decidió a dedicarse a la música profesionalmente?

-A los 16 años. Ahí fue cuando mi padre me dijo que si quería dedicarme a la guitarra que hiciese la carrera. Así, al menos, podría ganarme la vida dando clases. Y la hice, en poco tiempo y con muy buenos resultados. Y eso que estudiar en A Coruña tiene sus carencias a nivel ambiente y oportunidades. Pero eso sí, hay que reconocer que en guitarra contamos con uno de los mejores profesores en grado superior, Ramón Carnota. Tiene muchísimo nivel.

-Aún así tuvo que emigrar para completar su formación.

-Me fui a Barcelona a hacer un posgrado con el que sin duda es el mejor profesor que hay en España, Alex Garrobé. Me fui aprovechando que me dieron la beca José Ramírez de la AIE. Por cierto, que fui el último beneficiario de esta beca, porque la dejaron de dar.

-Hablaba de las carencias con las que se encuentra aquí un guitarrista.

-Lo notas, sobre todo, cuando llegas a Barcelona y empiezas a salir a otros países. El principal problema está en que la guitarra está al margen de los grandes circuitos de la música clásica, así que hay que recorrerse festivales, encuentros internacionales y concursos. Somos como una gran familia aparte, nos llevamos todos muy bien y hay un gran sentimiento fraternal entre los guitarristas. Pero no hay apoyo institucional, lo que nos deja a los profesionales sin oportunidades y al público sin disfrutar de nuestra obra. Si se apoyase más, seríamos todos más felices (ríe).

-Pero, ¿no estamos en el país de la guitarra?

-Sí, es una paradoja. Se llama guitarra española y es la gran desconocida. Aquí si dices que eres guitarrista e inmediatamente te relacionan con el flamenco o la guitarra eléctrica. No tenemos el prestigio de otros músicos. Hay mucho desconocimiento al respecto porque está fuera de los circuitos habituales, y eso es determinante. Te asombraría los pocos conciertos de guitarra clásica que hay en España. Y en Galicia, casi peor, porque no existe tradición. Ser guitarrista aquí es predicar en el desierto.

-¿Qué tiene la guitarra que no tengan otros instrumentos?

-Tiene algo mágico. Joaquín Rodrigo dijo que tenía cuerpo de piano y alas de arpa. Es una mezcla, y al mismo tiempo totalmente diferente. Tiene la capacidad de sonar como una orquesta o de un modo muy íntimo. Crea un universo único. Y cada vez sabemos explotar más sus posibilidades. La técnica nunca estuvo tan extendida, y eso hace posible que surjan talentos de los lugares más insospechados.

PABLO RODRÍGUEZ intérprete de guitarra clásica