Miguel Piedra, un médico republicano confinado en Foz por el franquismo

La Voz

CIENCIA

ARCHIVO DE FAMILIA PIEDRA HIDALGO

También fue un brillante científico de la República y forense en A Mariña

02 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

No se és de dónde se nace a la vida sino de dónde se nace al destino. Y el médico forense Miguel Piedra Guardia, a pesar de venir al mundo en Jaén en 1901, era de Foz. Así lo quiso su sino y la (mala) fortuna colectiva.

Desde 1932 era profesor e investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad de San Carlos, la vieja Universidad Central de Madrid. El prestigioso centro vivía uno de los grandes momentos de su historia y él se codeaba con doctores y científicos de la talla de Jiménez Díaz, Juan Negrín, Novoa Santos, Ramón y Cajal, Sebastián Recassens (su jefe inmediato), Gregorio Marañón o Gustavo Pittaluga… Vivía bien, tranquilo, con una incipiente familia y consulta privada en la calle Marqués de Leganés.

Era demócrata y republicano, defensor de la legalidad constitucional. Pero al general Franco no le importaba nada todo eso y en 1936 encabezó un cruento golpe de Estado que segó miles de primaveras que, entonces, florecían por todo el país. Y encarceló al doctor Piedra en Soria, lo depuró de sus cargos y confinó a ejercer a más de 300 kilómetros de Madrid. Cuando se instaló en Foz, corría el año de 1942. Ahí vivió el resto de su vida, educó a sus hijos y fue enterrado en 1963.

Sus padres eran maestros de escuela oriundos de Ciudad Real pero destinados en Jaén. Sabían que la educación es la inversión más segura y dieron a sus cuatro hijos, Aurora, Miguel, Vicente y Antonio, una sólida formación.

Una carrera truncada

Antonio, por ejemplo, llegó a ser Primer Violín de la Orquesta Nacional de España y su mujer, Asunción del Palacio, hija del poeta Manuel del Palacio, era concertista de piano. Su padre, Antonio Piedra Muñoz, era maestro y músico y la madre de ella, Mª Luisa Chevalier, pianista titular del mítico Cuarteto Monasterio y catedrática del Conservatorio de Madrid. Un hijo de Antonio, Jorge Piedra Morales, sigue hoy la tradición familiar y es un reputado músico de fama internacional.

Miguel, por su parte, se licenció en la Universidad de San Carlos. En 1932 fue nombrado Jefe de Laboratorio adscrito a la Cátedra de Obstetricia y Ginecología, bajo la dirección de los doctores Población, Recassens y el gallego Varela Radío. Le prorrogaron el cargo en 1934 y 1937. Pero desde octubre de 1936, actuó tambien como capitán médico en el 5º Batallón de la 32 Brigada llegando a ser Jefe del Hospital de campaña de Cofrentes (Valencia).

Al concluir la contienda, fue encarcelado tres años en el Monasterio de Santa María Huerta (Soria) que funcionaba como prisión. Como era una zona deprimida, le permitían compatibilizar su arrestamiento con la asistencia médica en Barahona donde nació su hijo Antonio Toño Piedra, un focense de pro, ejercicio y corazón. Despues fue depurado y confinado. Y fue entonces cuando recibió una proverbial llamada que le cambió la vida. El azar es caprichoso y lo volvió a nacer, de nuevo, en Foz.

El autor de la llamada que trajo a Foz al doctor Piedra Guardia fue Rafael Vior, un antiguo capitán médico de la República que había sido confinado a ejercer como médico en Burela. Habían coincidido en la prisión soriana y eran amigos. «En Foz hay carencia de médicos y tienes una gran oportunidad para trabajar», le dijo.

Y en 1942, Miguel Piedra se instaló en la villa, ejerció la medicina general entre el general cariño y respeto, obtuvo en 1949 la plaza de forense del partido judicial de Mondoñedo ?entonces, el segundo más grande de España- y fue facultativo del ISM en el Pósito de Pescadores.

En 1962, un año antes de morir, a propuesta del juez de Ribadeo, Antonio Gutiérrez Población, recibió el Premio Nacional Cátedra, que concedía el Instituto Médico Forense, por sus conocimientos y servicios a la Administración y a la ciudadanía. Y eso que las condiciones de su trabajo eran pésimas. Una vez, en Veán (A Pastoriza), realizó la autopsia a un suicidado sobre la mesa de cocina de un domicilio próximo. La misma mesa sobre la que depositaron un refrigerio de jamón y chorizos. Fue un duro trago…

Su esposa, Avelina Hidalgo Taranco, era hija del secretario de Alcalá Zamora, presidente de la República. En la guerra, un obús cayó en su casa de Madrid y los mató a él y a su mujer. Avelina, recordada y querida en Foz por su comprensión hacia los niños, y el doctor Piedra tuvieron cuatro hijos: Elena, nacida en Madrid; Aurora, en Cofrentes; Antonio, en Barahona; y Fernando, en Foz. Toda la familia mantuvo siempre un fuerte compromiso e implicación con Foz que llega a la actualidad.

Un taxista, O Gardarríos y dos doctores de Foz y Ourol

Al concluir la guerra civil, llegó la victoria pero no la paz. La resistencia se organizó de diversas maneras y se manifestó en varios comportamientos a pesar del terror, y siempre de modo discreto, silencioso. Había quién protestaba por los repartos o las cartillas del racionamiento y quién acogía en sus casas a disidentes y guerrilleros ?el maquis, los fuxidos- o les daba comida, ropa o cobertura como enlaces, correos, etc.

Un foco de callada rebeldía en Foz se articuló en torno a las proximidades de Vilaxoane y Mañente. En la memoria colectiva permanecen nombres como Adela, Paz, Adolfo, Couto… Algunos guerrilleros o llevaban doble vida o participaban directamente en actos públicos y sociales de villas y pueblos que conocían de primera mano. El propio Luis Trigo Chao, O Gardarríos, era socio del Club Deportivo Foz. Y conocían perfectamente los lugares en los que sus nudillos abrían puertas a deshora…

En Foz, el taxista Leonardo iba a buscar algunas veces al doctor Piedra a su propio domicilio. Viajaba a Lugo por Viloalle, por Aguaxosa o por A Fraga Vella y O Pereiro. Lo dejaba en algún domicilio y pasaba a recogerlo horas después. Don Miguel atendía a todo el mundo. Nunca tuvo problemas con nadie. Y cuando los tuvo con Eladio Teixeira, un médico falangista local, el propio Gardarríos se ofreció a darle un escarmiento pero el doctor Piedra Guardia se opuso y se negó tajantemente.

En otras ocasiones, la partida guerrillera visitaba al médico de Ourol, Carlos Vázquez Penabad, simpatizante, aunque no militante, socialista. Fue enlace de la guerrilla y le prestó asistencia muchas veces. Con la llegada de la democracia, recibió un homenaje popular y de la Corporación municipal en Ourol.

Don Miguel no tuvo tanta suerte en Foz. Y no por falta de méritos aunque no fueran tantos, y tan relacionados con la villa, como los del ex presidente ruso, Mijail Gorbachov… La vida tiene esas paradojas. O esas parajodas, como diría un focense un tanto descreído y escéptico…