Pilates, la magia del deporte invisible

Manuel Blanco

CIENCIA

Ramón Leiro

Son legión los devotos de esta disciplina cuyo secreto habita en conocer tu cuerpo, en sentirlo; un deporte alejado de los estándares convencionales que difícilmente llevará tu físico al límite y que, sin embargo, fortalecerá cada uno de tus músculos. Tras el Crossfit, OK pasa revista al pilates, la ciencia creada por un chaval debilucho que cincela cuerpo y mente

17 abr 2016 . Actualizado a las 10:01 h.

En el imaginario colectivo, el deporte es sinónimo de sudor, pulsaciones, sufrimiento, entrega... El cansancio es una suerte de medida de las cosas que define el éxito del entrenamiento. Si acabas extenuado, todo en orden. En caso contrario, al día siguiente habrá que subir un par de marchas. Hay, sin embargo,una actividad que desmonta como pocas muchos de los falsos mitos que acompañan al deporte: no hace falta llevar el cuerpo al límite cada día para mejorar la condición física. Es el pilates, la disciplina creada a principios del siglo XX por un joven y debilucho alemán que se obsesionó con fortalecer sus músculos y que acabó creando una religión oficiosa con millones de fieles incondicionales por todo el planeta.

Acudimos al centro deportivo de Campolongo, en Pontevedra, para testar el secreto del éxito de este deporte. Allí nos espera Ana Outerelo, la monitora, quien dirigirá la sesión con la mano sabia del que conoce su trabajo y el entusiasmo de quien disfruta de lo que hace. La primera impresión es, en cierto modo, contradictoria. Con un esqueleto que extrae de un armario, Ana imparte una breve charla teórica personalizada al periodista para explicarle cómo respirar, cómo se comporta el diafragma... ¿Un deporte y un esqueleto? !Uf, qué inquietante! Solo unos minutos después, las piezas irán encajando como en un Tetris. El pilates es, por encima de todo, técnica. Y para entenderlo es indispensable conocer el cuerpo, su funcionamiento. Un punto de partida irrenunciable para representar cada una de las posturas que iremos escenificando a lo largo de la clase.

En un suspiro, ha quedado claro que el dominio del pilates no es cosa de un día. Que hay que echarle muchas horas, mucha dedicación, pasión y atención, si se quiere alcanzar cierta competencia en esta actividad y, por extensión, uno de esos fantásticos cuerpos asociados a este mundillo. Efectivamente, al realizar los ejercicios no hay explosión, ni un aumento exagerado de las pulsaciones, ni esa sensación de que el cuerpo se dispara tan propia de algunos deportes.

No se trata de eso. El pilates somete al individuo a un permanente ejercicio de introspección con tu propio organismo. El deportista ha de sentir cada músculo, cada vértebra, cada tendón, y trabajarlo de una forma concreta, siguiendo una técnica que permitirá encajar cada pieza hasta que el cuerpo alcance el perfecto equilibrio.

La respiración

Durante 45 minutos, realizamos abdominales inferiores, superiores y laterales, lumbares, rotaciones de cadera, tren inferior... La mayoría son rutinas individuales, aunque hay algunas con compañero. Siempre con el fitball, un balón de goma adaptado a las características del usuario. De fondo suena una melodía que invita a concentrarse. Cada ejercicio ha de acompasarse con la respiración, ordenada y diafragmática. Por paradójico que parezca, aprender a tomar aire es uno de los retos de la modernidad. Con el estrés y las prisas, se abusa de la respiración superior, fuente frecuente de dolores de cabeza y cuello.

El pilates aspira a corregir este vicio. Y muchos otros en realidad. Y es que el nudo gordiano de esta disciplina es el de la educación postural. Con cada rutina fortalecemos unos determinados músculos, pero uno percibe enseguida que el sentido final es el de corregir todos esos malos hábitos focalizados principalmente en la espalda: cómo nos sentamos, cómo colocamos la cabeza, los brazos... Un trabajo de lluvia fina. De años de práctica y constancia para moldear el cuerpo y aliviar malos momentos. El deporte invisible.

El periodista logra completar toda la rutina gracias a la ayuda de Ana y los compañeros. La sesión diseñada por la monitora es asumible salvo algún ejercicio concreto especialmente bello por su plasticidad, aunque inabordable para el novato salvo que este quiera jugarse el tipo. La sensación final es tan agradecida como estimulante. Resulta fácil intuir el porqué del éxito del pilates.