La telemetría

Carlos Melchor AL OTRO LADO

CDLUGO

25 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

En caso de que aún no se enteraran, el lucensismo debería estar celebrando la permanencia. Obtenida tras una derrota, en el bus de vuelta de Ponferrada, pero igual de valiosa. Aunque logrando el objetivo, el sabor es amargo. La apatía y la desidia de los últimos domingos ha calado en el aficionado. Para qué sentarse detrás de la televisión si ya se ha visto la película, piensan muchos. Por desgracia, lo que queda en el imaginario popular son los finales y los tres empates de los últimos dos meses con un evidente apagón competitivo, han hecho olvidar muchas y muy buenas cosas. En el caso de Setién, supone un gran borrón en la herencia futbolística que nos deja. Porque ha sido el responsable de la época más gloriosa del fútbol de la ciudad. Porque gracias a él podemos disfrutar de futbol de élite. Porque su forma de entender el juego nos ha enamorado como no lo había conseguido nadie antes. Sin ninguna duda. Un gran legado, al que ya veremos si se acerca alguno de los siguientes moradores del banquillo del Ángel Carro. Pero la autocomplacencia y el conformismo son pecados capitales que día a día van calando, silenciosamente, hasta provocar una parálisis generada por la zona de confort en la que se encuentra el que se sabe suficiente. En el debe de Setién figura una incapacidad notoria para concienciar y motivar a sus jugadores cuando están a punto de llegar a la orilla para que sigan nadando. Competir es eso: dar tu máximo hasta el final, no abandonarte a tu suerte, seguir luchando y no hacerlo solo de forma puntual e inconsistente. Sea cual sea el resultado. Nadie en su sano juicio está pidiendo un hipotético play off como meta. Simplemente se echa de menos que se estimule el gen competitivo por mejorar en la tabla, por luchar por algo más y no conformarse con firmar el expediente de salir al campo cada domingo. Pasan los jugadores, pasan las temporadas, y el patrón de esa dejadez postrera se repite. Y los tiros apuntan al banquillo, a la exigencia diaria en los entrenamientos, a la energía que se transmite a los subordinados. El Ferrari del que presumía Setién a principio de Liga ha ido mutando poco a poco en un fatigado Mclaren. Ojalá el final de la historia de amor entre Setién y el Lugo no la hubiese arruinado la rutina.