Recta final del año para un Lugo que lucha por igualar a estas alturas los números de la pasada campaña. Betis y Numancia serán los últimos rivales del 2014, frente a los que tratará de rascar algo que incremente la cosecha invernal. Duros adversarios que llegan en forma tras encadenar varios resultados positivos. Tal vez, esta temporada, la categoría tiene este factor como elemento diferencial: pese a la igualdad extrema, cada vez es más frecuente que algún equipo consiga encadenar varios triunfos consecutivos, lo que provoca que la clasificación deje de estar tan compacta como en anteriores ligas. Rachas que le son ajenas al Lugo por su incapacidad de sacar algo a domicilio. Cual paso procesional, se mueve por la tabla con paso firme, pero chico, con una posición estable en mitad del pelotón. Cumple con sobriedad, pero sin destacar por demarrajes. Como mucho, gozó de cuota de protagonismo en alguna etapa reina, como la de Osasuna o Zaragoza, pero todavía falta energía y constancia para rodar en cabeza en terrenos menos favorables.
Quedarse anclado en el atraco de Gijón es una pérdida de tiempo que no aporta ganancia. Pasar página es capital para afrontar con garantías uno de los partidos del año. Viene el Betis, equipo grande, historia viva del fútbol español, en partido televisado para todo el país. El escenario en el que mejor se manejan los rojiblancos últimamente. Es mucho más útil quedarse con las buenas sensaciones de los primeros 25 minutos en El Molinón, repletos de decisión y atrevimiento, que seguirle dando vueltas al cabezazo de Iriome anulado en el descuento. Otra vez un partido en el que el Lugo se va diluyendo a partir del primer tercio, para acabar siendo inofensivo e inoperante en el área rival. ¿Competitivos? Siempre, ningún rival nos ha pasado por encima. Se ha dado la cara fuese quien fuese el que estaba enfrente. Pero los que pensamos que la fórmula de Setién es el santo grial futbolístico, creemos que la mejor y más versátil plantilla de las últimas temporadas tiene que dar mucho más de sí. Más trabajo, una pizca de carácter y un punto más de ambición, tienen que redondear la ecuación del éxito.