Pues sí, a Carlos Mouriz le queda una bala en la recámara de su cargador para solventar o, al menos, paliar, el reto más importante de esta nueva temporada. El Lugo sigue padeciendo y, lo que es peor, agravado, su eterno problema realizador. Cada temporada de las dos anteriores tuvo un clavo ardiendo al que aferrarse: Óscar Díaz y Rennella. Esta temporada ha venido el canterano burelense y deportivista, Luis Fernández. Y ha fichado a un ilustre en historial de vanguardia, David Aganzo, todavía lejos de forma e indisponible para prestar sus servicios ipso facto. Y en Anduva sucedió lo previsto: el Lugo tocó bien el balón y tuvo profundidad mientras no se lesionó el rojiblanco más desequilibrante, Jonatan Valle. Pero fue tan fugaz su presencia como efímera su influencia. A partir de ahí, desaparecida la referencia ofensiva de Valle, únicamente David Ferreiro tomó el castigo ofensivo. Insuficiente. El Mirandés equilibró el dominio, aunque la iniciativa la mantuvo el Lugo. El equipo de Quique Setién rentabilizó el empate como el premio gordo del resultado a su alcance. Todo dependía de que la seguridad atrás no se resintiese demasiado. Y entre que no fue demasiado exigida y no perdió la concentración, el cuarteto trasero tampoco desafinó demasiado y el empate dejó abiertas todas las incógnitas a falta de las incorporaciones pendientes: los fichados y el delantero que busca Carlos Mouriz a la desesperada al borde del límite del plazo. He ahí un reto decisivo para este futuro inmediato de los rojiblancos.