Roces y razas del recreo

Carlos Melchor

DEPORTES

22 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El patio de un colegio de Primaria es, de largo, el lugar más interesante para el alumnado en cualquier recinto escolar. Después de pasar horas recluidos dentro del aula, obligados a realizar tareas académicas, el recreo es la vía de escape ideal para desahogarse y jugar sin que nadie les diga lo que deben hacer. Bien es verdad que un espacio reducido, con tanta chavalada moviéndose al mismo tiempo, es el caldo de cultivo ideal para roces o conflictos de baja intensidad, y por qué no decirlo, para el ajuste de cuentas. La mayor parte de las veces todo responde a la sencilla regla del «y tú más», aquella que justifica cualquier revancha porque tiempo atrás uno fue provocado y maltratado. Así se podría seguir en bucle hasta el infinito; suerte que los niños olvidan mucho más rápido que los adultos. Un apretón de manos y a correr.

La mayor parte de las rivalidades entre equipos de futbol vienen sucediendo desde ni se sabe cuándo. Otras en cambio, nacen de la nada a partir de una estupidez y van creciendo como una bola de nieve, siguiendo exactamente el mismo patrón del «y tú más» escolar, alentada a partes iguales por un reducido grupo en ambos bandos. Dos no discuten si uno no quiere. A cualquier aficionado de bien no le sentaría muy allá ver cómo su equipo va perdiendo y oír cánticos rivales celebrando su descenso de categoría. Si cambiamos a esa persona por alguien con taras previas, ganas de lío y al que le mentan su falta de atributos masculinos, tenemos como resultado el penoso final del sábado contra la Ponferradina, con peleas, pedradas, rotura de lunas y detenidos como saldo. No es cuestión de inventarse hermanamientos que resultan artificiales o más propios de los mundos del algodón de azúcar, se trata de no prender una mecha que unos cuantos irresponsables se encargarán de que no se apague de aquí en adelante.

Exceptuando las hordas de ovetenses que invadieron el estadio rojiblanco hace tres años con modos propios de conquistadores de poca monta, no se recordaba por aquí en la última década incidentes dignos de mención entre aficiones. Ojalá desaparezca de una vez por todas ese ruido tan molesto y despreciable provocado por la mezcla inoportuna de ideologías, banderas, testiculina y futbol. Que no se repita.