Una sentida declaración de amor a las tierras de Zas desde la Patagonia argentina

luis lamela

ZAS

ARCHIVO DE LA ASOCIACIÓN HIJOS DE ZAS

Laureano Carril Pose publico en 1927 un emotivo texto en la revista «Alborada»

10 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Laureano Carril Pose nació en el municipio de Zas alrededor del año 1876. Seguramente, ya que no tenemos plena certeza, fue hijo de Laureano Carril O Roxo, un capitán de la Marina Mercante que en 1886 apadrinó al poeta oriundo de Laxe, y emigrante también, Antón Zapata García. Carril Pose, con 35 años, casado y con la profesión de jornalero emigró para Argentina embarcando en A Coruña en el vapor Cap Blanco y arribando a Buenos Aires el 7 de abril de 1911. En 1926 residía en Comodoro Rivadavia, en la Patagonia argentina, dato que nos lleva a sospechar que trabajó en alguna industria relacionada con la extracción del petroleo. En la revista Alborada de la ABC de Corcubión, en Buenos Aires, publicó en enero de 1927 un texto titulado «Suidades» por Zas, una muestra de lo que podríamos denominar «letras del destierro económico»: «¡Zas hermoso! No puedo olvidarte; tu recuerdo me evoca horas pasadas en mi infancia en las que fui feliz, y hoy lo soy todavía al recordarlas. No puede ser de otro modo, tus bellezas naturales están grabadas en mi mente, y se me hace necesario tu recuerdo como una cosa de mi propia vida. La blancura de la carretera que te cruza serpenteando como para no lastimar lo que tienes de más bello, es para mí como el alabastro en medio de la campiña verde que te rodea, como en medio del valle, te comparo con el contenido de un nido. Colectivamente, nosotros los ausentes expatriados te rendimos tributo de admiración, dedicándote nuestros mejores recuerdos... tus hijos... los hijos lejanos de Zas, que estamos en América, que tanto te admiramos y te queremos. Pico de Meda, a Pedra Branca, o Castro, Pico de Brondo y todos esos montes que te abrigan y te rodean (Zas y alrededores) tienen para nosotros, uno a uno, su recuerdo más bello, el mejor que conservamos de nuestra feliz niñez. Por todas tus bellezas, yo, un hijo tuyo, te evoco (y creo me hago eco del sentir de todos los que te conocieron), y escribo estas líneas en las que pongo de todo corazón mi ferviente cariño, para recordarte, bendecirte y amarte desde lejos, hasta que mis ojos puedan verte otra vez, que será el día más dichoso de mi vida».