Severino Abelenda, el anónimo cantero del consistorio más noble de la comarca

P. Blanco / V. Couto CARBALLO / LA VOZ

ZAS

ANA GARCÍA

Dos descendientes recuerdan su vida por el 65.º aniversario de la Casa do Concello de Zas. Severino nació en Salgueiras (A Agualada). Estudió arquitectura en Hollywood y siguió el oficio de su padre

27 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La de Zas es, junto con la de Corcubión, una de las dos casas consistoriales con más nobleza arquitectónica de la comarca. Sus arcos y buena parte de su estructura esconden detrás al menos una historia de vida que merece ser contada y recordada, la de Severino Abelenda Graíño, el maestro cantero responsable de la obra. Su nombre lo dio a conocer Evaristo Domínguez Rial en una crónica en La Voz, el 18 de noviembre del 2001, resultado de una investigación con Xosé María Lema. Especificaba solo su identidad, pero, ahora, uno de los hijos del cantero, Fernando Abelenda, y una de sus nietas, Isolina González Silvarredonda, han sido los encargados de desvelar en Radio Voz quién fue y qué trayectoria tuvo Severino Abelenda, rescatándolo así del anonimato.

La casa consistorial de Zas acaba de cumplir 65 años. Fue inaugurada el 11 de octubre de 1951, no sin esfuerzo, ya que en aquella crónica se cifraba en nada menos que cien años el tiempo transcurrido desde que hubo la primera constancia documental de la necesidad de un nuevo consistorio, hasta que finalmente pudo abrir al público y a la actividad municipal. «O oficio de meu pai foi o de seguir o oficio de meu avó, tamén canteiro. Non se especializou en nada concreto, senón que facía dende estradas da Deputación, ata nichos de cemiterios e tamén casas. Unha das máis especiais, quizais, polo que chama a atención, sería a do Concello de Zas», explica Fernando. El cantero Severino Abelenda nació en el lugar de Salgueiras, en la parroquia coristanquesa de A Agualada. Vivió después en Zas y, últimamente, antes de fallecer en el año 1975, en A Coruña. Un poco antes de empezar la Guerra Civil, recuerda su hijo, Severino era perseguido por sus ideas, «que non eran exactamente as que o Goberno quería que imperasen», y por ello, «por certo, coa axuda da Igrexa», tuvo que dar el salto a Cuba. De allí a los Estados Unidos. Así, entre otras ciudades, pasó por Los Ángeles: en uno de sus arrabales fue donde aprendió arquitectura, en una escuela nocturna. Tenía aquel lugar un nombre hoy sumamente conocido: nada menos que Hollywood.

Orgullosos

Todo lo aprendido allí fue lo que motivó su elección para la casa consistorial de Zas: «As autoridades correspondentes déronlle a el a concesión porque aquí tiñan o problema de facer os arcos. Parece que os mestres canteiros que había non eran moi especialistas niso e tiveron que recorrer a el, pero porque non lles quedou outro remedio, non por gusto. As rencillas aínda quedaban, e incluso rencillas de parentes políticos... desas cousas que trae a Guerra Civil». Isolina, nieta de Severino, recordó emocionada cómo su padre le hablaba del trabajo de su abuelo en el Concello de Zas. No obstante, dice, «non tiña ningún documento que o acreditara». Fue para ella especial hallar la crónica de La Voz. Sabe, también, que se ocupó de la Escuela Naval de Marín, pero asimismo está buscando escritos al respecto. «Estou superorgullosa de meu avó», manifiesta. 

Llegó a ser encargado de obras de la Diputación

El cantero Severino Abelenda heredó el oficio de su padre, quien tuvo «14 fillos e fillas». Muchos trabajaron con él y Severino, especialmente, «saíu moi espabilado», recuerda Fernando. Su tío le contó que, con 14 o 15 años, ya contrataba obras, incluso a escondidas de su progenitor. «Un día estaba facendo unha por Vimianzo e cando o vello chegou, mirou e preguntou: ‘¿Fixécheslle ben os cimentos’? Non houbo nada máis», evoca Fernando. Ninguno de los hijos de Severino continuó con el oficio, pero de lo que les contaba y veían quedó mucho. Fernando recuerda que, en los últimos tiempos de vida, su padre fue el encargado de obras de la Diputación, siendo alcalde de A Coruña Alfonso Molina: «Lembro que, sendo eu neniño, téñolle aguantado a Alfonso Molina dunha vara para medir curvas ou distancia, coma na estrada de Zas a Carreira». Severino trabajó también en la presa de Os Peares, suya es la talla del San Lourenzo de Agualada o la construcción de la Casa do Porteiro de Baio, entre otras muchas de la zona. «Cando rompeu o campanario da igrexa de Zas por un raio, veu arranxala e de paso naceu meu pai», dice Isolina.

También Fernando se reconoce «un gran admirador» de su padre, pese a que no fuese «presuntuoso» con sus obras ni les hablase mucho de ellas. Están contentos de que, tantos años después, se reconozca su memoria. Quizás en futuros aniversarios una placa bien podría recordar su contribución a una de las casas consistoriales más valiosas de la comarca. Isolina y Fernando la visitaron recientemente, hará cosa de un año, con una prima, presidenta del Centro Gallego Hijos de Zas.