La artesanía de Buño se agrieta

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CRÓNICA SOCIAL

MALPICA DE BERGANTIÑOS

09 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hace 25 años a Eduardo Vidal y a otros alfareros se les ocurrió que lo tradicional podía industrializarse y que donde no llegaban las manos podían llegar las máquinas. Montaron Alce Buño, una empresa que llegó a tener 8 empleados y dos artesanos a sueldo y que ahora apenas sobrevive. Explica su fundador y ahora único propietario que no hay forma de competir con las grandes compañías ceramistas, ni con las nacionales ni con las extranjeras. Los chinos son capaces de hacer muchísimo más por muchísimo menos, pero también los valencianos, los catalanes o los andaluces.

Tiran los precios, según denuncia Eduardo Vidal, quien explica que son capaces de vender por menos de lo que paga él por la materia prima. Algo tiene que ver con ello el coste de producción. Debido a la falta de gas natural tuvo que instalar un depósito de 19.000 litros de propano. El combustible no solo le cuesta el doble, sino que además tiene que pagarlo por adelantado. No ha sido solo su problema. Cerámicas El Progreso sufrió por el mismo motivo, no pudo sacar adelante el proyecto para fabricar gres y tuvo que parar durante meses para cumplir el protocolo de Kioto.

Nunca se podrá saber la crisis del ladrillo hubiera sido tan determinante para la principal industria de Buño si hubiera tenido acceso a una energía más barata y limpia, algo de lo que podían además haberse beneficiado los artesanos.

Tampoco son buenos tiempos para los oleiros. Su principal demanda tiene que ver también con las infraestructuras, pero es, sobre todo cuestión de publicidad. No pasa nadie ya por Buño, según dicen, y eso es especialmente importante de cara a Semana Santa, que era, tradicionalmente, uno de los dos puntos álgidos de ventas, junto con el mes de agosto. A los turistas les gusta la alfarería y ahora compran más, pero Buño sigue apartado de los circuitos de visitantes. Los alfareros reclaman un gran cartel en la carretera de Carballo a Malpica para que la gente se entere de que hay un pueblo de artesanos en el camino.

Sin embargo, todavía hay algo peor. A buena parte de los oleiros les gustaría dejar de serlo, encontrar un trabajo en otro lado. El problema, como dicen algunos, es que no hay adonde ir o que no están formados o que son mayores. El más joven de todo pasó de los 35 y el recambio generacional es todo un reto. Eduardo Vidal tiene una hija que seguirá con la empresa, aunque solo lo hará si no encuentra nada mejor.

Si la situación sigue así, la alfarería tienen los días contados. Ya ha ocurrido en Galicia y en otros lugares de España. Buño está dejando de ser una aldea poblada por irreductibles artesanos.