Canteras y minas abandonadas dejan un reguero de lagunas en la comarca

Santiago Garrido Rial
S. G. RIAL CARBALLO / LA VOZ

LAXE

Algunas están valladas, pero en otras el acceso es muy fácil. El agua, en mayor o menor medida, cubre todas las pozas

18 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El pasado minero de la Costa da Morte, importante sobre todo en extracción de caolín, estaño y wolframio, ha dejado al descubierto más de una veintena de pequeñas lagunas artificiales sin uso. Ni siquiera turístico, y eso que en algunos casos podría tenerlo, aunque eso precisa fondos (económicos), voluntad política o riesgo empresarial. El ejemplo paradigmático, aunque a otra escala, es la mina de Limeisa, en As Encrobas: he ahí, en su lugar, un enorme lago artificial de dos kilómetros de largo y espectacular recuperación medioambiental.

Nada que ver con el resto. Basta con darse un largo paseo por todo el entorno de Castrelo, en Vimianzo, hacia Cambeda y hacia Baíñas, pero también alrededor del monte Faro, para encontrar al menos una decena de pequeñas lagunas de sencillo acceso (otras, no tanto), herederas de la larga tradición extractiva que continúa. Nada que ver con el resto. Por ejemplo, en Coéns-Sarces, en Laxe, visible ejemplo del trabajo desarrollado por Isidro Parga Pondal. La zona de extracción del caolín es un largo artificial rodeado de vegetación, pero también de una valla. En otras circunstancias tal vez tendría un mayor rendimiento. Tampoco es sencillo acceder a los restos de los yacimientos de barro, en Buño, que nutrió a artesanos y a la empresa cerámica local, o a la antigua cantera de Nantón, en el ascenso a A Piolla. Lo fue, pero ahora está vallada, aunque quien desee ver el lago puede acercarse a una distancia prudencial. Más sencillo lo tienen en Cuns, donde había un lavadero en los tiempos de bonanza industrial. A las minas de Santa Lucía, en A Brea, tampoco se puede acceder. Desde el aire, las vistas son generosas.

Más sencillo es descubrir la ya famosa laguna de Monte Neme, entre Carballo y Malpica. Famosa por el emplazamiento y la importancia histórica, pero también por la riada de hace algo más de dos años que causó daños materiales. Hubo obras de refuerzo y, en teoría, el riesgo ahora está controlado, pero nunca se sabe. Sobre todo, si no se vigila y la lluvia se acumula durante varias semanas seguidas sin descanso, como había ocurrido.