Fisterra era ayer un hervidero de nervios, dudas, taxis, miedo a perder vuelos... «Un cristo. Estivemos toda a mañá cambiando voos, recolocando xente atentendéndoa porque a información era moi escasa e a xente ao que máis medo tiña era a perder os avións. Por iso moita marchou en taxi, en coches privados,... outra xa non vén e quedou en Santiago, aínda que algunha chegou tamén en taxi, e polo que lin na Voz incluso houbo buses internacionais que non puideron saír», explicaba Martín Canosa, de Brigantia Viaxes, que vende los billetes de Mombús dentro del resto de servicios turísticos que ofrece.
La sangre finalmente no llegó al río. Pese que solo partieron de Fisterra dos autocares, el de las ocho de la mañana y el de las cinco da tarde, con únicamente un bus en cada servicio, cuando en esta época suelen ser más debido a la gran demanda que tienen, en el de la tarde ya sobraba sitio. No llegó a llenarse, pese a que muchos temían que se desbordaría y que algunos peregrinos y turistas tendrían que quedarse en tierra. La razón fundamental es que llegó mucha menos gente desde Santiago el martes, precisamente por esa carencia de transporte público, y la que ya estaba en Fisterra se buscó la vida fundamentalmente a través de los taxis y otros transportes privados.
«Eu no notei porque xa tiña reservado para onte e para hoxe, pero os meus compañeiros, e alégrome por eles, andaron a tope, porque non daban feito», relataba ayer por la tarde Manuel Vieites, uno de los taxistas de la localidad.
En los negocios de hostelería también se dejó sentir esta situación anómala, no tanto en cuanto a la clientela, sino a las dudas e incertidumbres que planteaban los huéspedes. «É que moita xente tiña medo de perder avións», señala Alexia Benlloch, del albergue Cabo da Vila y directiva de la asociación de profesionales Solpor.
Ahora, como dice Martín Canosa, todas las miradas están puestas en el martes de la próxima semana, «porque se non chegan a un acordo isto parece que se vai repetir».