El plan de seguridad del longueirón se cobra su primera baja por denuncia de la Xunta

Juan Ventura Lado Alvela
J. v. lado CEE / LA VOZ

FISTERRA

ALVELA

Guillermo Traba dice que mañana amarra su lancha y se buscará otro trabajo, después de que el viernes lo parasen en O Ézaro

23 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Fue el primero y prácticamente el único que públicamente se quejó de las exigencias del plan de seguridad para los mariscadores del longueirón de Fisterra y ha sido también el primero en ser interceptado por la patrullera de la Xunta, lo que le acarreará una sanción, que muy probablemente implique el amarre forzoso de su embarcación.

Guillermo Traba Estévez, de 43 años, y su sobrino Juan Miguel Traba, de 27, estaban el viernes a mediodía extrayendo navaja en la playa de O Ézaro, cuando su embarcación, la lancha Calafigueira, fue abordada por los funcionarios de la Consellería do Mar, que tienen su base en Porto do Son.

Previamente otro inspector desde tierra les había fotografiado a los dos simultáneamente en el agua y dio aviso a los compañeros para que procediesen a la actuación. Traba Estévez dice que eso no es del todo cierto porque cree que en el momento de la imagen su sobrino estaba a bordo, aunque no se aprecia en la fotografía, porque quedaría tapado por una chaqueta que tenían colgada en la embarcación. En cualquier caso, tampoco niega que se hayan visto obligados a incumplir las normas, porque no puede adaptarse a las exigencias, que implican o tener tres tripulantes por lancha: dos en el agua y uno arriba como medida de seguridad, o trabajar de manera conjunta con otras embarcaciones.

El debate ya viene desde hace varias semanas e incluso implicó la intercesión de la cofradía entre la Capitanía Marítima, encargada de fijar los requisitos de seguridad, y la Xunta, que se ocupa de vigilar su cumplimiento. Al final el plan quedó fijado en esos términos: con un mínimo de tres tripulantes o, en su defecto, los que tienen solo dos o incluso uno, tienen que salir al mar en compañía de otros profesionales, entre los que alguien tiene que figurar como jefe de equipo y responsabilizarse de saber dónde están el resto.

El que más y el que menos se ha ido adaptando. Uno de los mariscadores, por ejemplo, optó por enrolar a su pareja para que desempeñe esa labor de control, tanto en cuanto él y su compañero están sumergidos, y la mayoría, de los que no cuentan con tres marineros, que son aproximadamente la mitad, han ido formando grupos para poder trabajar.

Sin embargo, Guillermo Traba no lo ve viable y anuncia que mañana mismo amarra su embarcación y tanto él como su sobrino se van a desenrolar para buscar trabajo por otro lado, posiblemente en un barco de Camariñas.

«E que non hai dereito a isto. Levamos traballando dende o ano 82 e a pulmón aquí nunca pasou nada. Nós que somos dous -e como nós o resto que están igual-, non podemos ir ao mar. Tampouco podemos meter outro tripulante porque a lancha é pequena e non dá. Se vas canda outra embarcación e cambia para outro sitio tés que ir detrás dela -¿A onde vou eu con 25 cabalos detrás de alguén que leva 60?- e se por calquera cousa ese día non vai ti tés que quedar na casa tamén», se queja el afectado.

Traba incluso denuncia que compró un compresor para poder trabajar con respiración asistida y tuvo que devolverlo porque no quisieron aceptarlo en el grupo. Y aquí viene otra de las claves del asunto: hacerse cargo de terceros como jefe de equipo no es una tarea del agrado de casi nadie, porque en todos los colectivos hay rencillas y porque implica una responsabilidad grande y puede tener consecuencias incluso penales sí surgen los problemas. De ahí que la mayoría se arreglen, pero quede gente por el camino, como el caso de Traba.