Cipriano Fernández: otra víctima de la barbarie

Luis Lamela GALICIA OSCURA, FINISTERRE VIVO

FISTERRA

05 dic 2016 . Actualizado a las 17:58 h.

Cipriano Fernández Brage nació en Serantes-Ferrol y desempeñó durante el período republicano la profesión de radiotelegrafista en la Estación del cabo de Fisterra. El 10 de noviembre de 1932 fue elegido alcalde en esta localidad, consiguiendo 10 de los 14 votos de la corporación. Como continuación a la política iniciada por Pedro de Paz, el anterior alcalde y miembro de su mismo partido político, Izquierda Republicana, Cipriano Fernández promovió la construcción de fuentes y lavaderos por todo el municipio, tanto en la capital municipal -los del Xurixano y Fonte Vella- como en todas las aldeas. También acometió la instalación de alumbrado eléctrico en la capital municipal y en las aldeas de San Martiño, Mallas, Vigo, San Salvador, Hermedesuxo de Arriba y de Abaixo, Vilar, San Vicente de Duio, Escaselas y Denle, y adquirió terrenos del Iglesario en la zona de Corveiro en Fisterra, y en Sardiñeiro, para la construcción de cementerios municipales. Asimismo, reparó las calles La República -hoy calle Real-, Mixirica y Angustias; los callejones de Traba y de la Americana y la rampa de San Roque, entre otras, reclamando una Estafeta de Correos y ayudando económicamente a las familias más necesitadas. De igual forma, efectuó mejoras en las escuelas públicas, concedió ayudas para concursos escolares..., y presionó a las autoridades provinciales y nacionales para que aprobasen la construcción de un puerto de refugio, anhelo por fin concedido por el gobierno de Manuel Azaña en 1935, recibiendo Cipriano la notificación por medio de un telegrama enviado por el entonces ministro de Obras Públicas, el coruñés Santiago Casares Quiroga.

Con relación al puerto de refugio, y ya mucho antes de su entrada como concejal en el Ayuntamiento, Cipriano Fernández apoyó iniciativas y campañas promovidas por los republicanos de Fisterra para que el espigón del puerto se construyese en la zona del Castillo, en contra del interés de los grupos conservadores, que defendían la actual instalación que va de O Sinal a Solagar, reduciéndose por tanto la capacidad de la dársena de fondeo y refugio, una carencia creciente y muy actual. Y es que Cipriano y muchos otros vecinos de Fisterra presentaron en 1932 en la alcaldía un escrito de alegaciones al anteproyecto pidiendo que se construyese el espigón entre el castillo de San Carlos y la Piedra del Rey, lo que conllevaría una capacidad de fondeo muy superior a la que defendían los conservadores. No obstante, la sublevación militar y la guerra civil frenaron el proyecto y el espigón fue construido muchos años más tarde, a mediados de los años cincuenta, tal como los conservadores impusieron.

Por otro lado, en representación del concello de Fisterra, Cipriano Fernández asistió a la Asamblea Regional de Municipios celebrada en Santiago los días 17 al 19 de diciembre de 1932, asamblea en la que se aprobó el proyecto de Estatuto de Autonomía de Galicia, ratificado por el pleno del concello fisterrán el 3 de enero de 1933, todo un hito para nuestra historia común y la historia de todos los gallegos. Y todas estas iniciativas y mejoras se complementaron con un dinamismo social, cultural y educativo desconocido hasta aquel entonces en Fisterra, en un intento de abandonar el atraso secular en el que el pueblo había vivido. Notables mejoras implantadas en aquellos breves años republicanos que sentaron unas bases razonables para el progreso económico y social del municipio, aunque fueron interrumpidas drásticamente con la sublevación militar de Francisco Franco de julio de 1936. De la moderación política de Cipriano y de su buen hacer, es indicio el que la corporación que presidía no fuese suspendida ni por el gobierno del Bienio Negro ni por el de Portela Vallares ni el del Frente Popular, indicativo que Cipriano Fernández fue un hombre prudente, honesto y honrado, un buen político, pero a pesar de estos valores en el otoño de 1936 fue paseado por los intolerantes que no aceptaron que en España pudieran vivir -y convivir- gentes de todas las ideologías.