Dos niños víctimas de los adultos

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

FISTERRA

17 oct 2016 . Actualizado a las 22:48 h.

Hay cosas con las que no se puede jugar. La educación es una de ellas. Es un pasaporte imprescindible al futuro que todo el mundo debe tener. Los pueblos que la descuidan acaban pagándola con atraso. En Fisterra hay dos pequeños gemelos que llevan lo que va de curso en casa, ajenos a las aulas. Tal vez hayan preguntado muchas voces con sus voces infantiles por qué los demás van al colegio y ellos no. La respuesta deberían dársela los causantes mirándolos a los ojos. Las incomprensibles liortas entre su madre y los responsables del centro escolar, o al revés, pesan como una losa sobre el porvenir de estos niños, que sufren las consecuencias de la irracionalidad de los mayores que deberían de preocuparse por su formación. En vez de entender que esto es lo primero, se mantienen en sus cuatro, mientras a los chavales se les niega uno de sus derechos fundamentales, la escuela. Lo peor es que han transcurrido cuatro semanas desde el inicio de la actividad en las aulas y nadie ha hecho nada desde el principio del curso, como si el paso del tiempo hiciese olvidar un problema de una gravedad mayúscula. Es difícil saber quién tiene más o menos razón, o ninguna. En la situación actual, el que pensara que la tenía de su parte, ya la ha perdido totalmente. Sobre todo las instituciones que deberían de haber velado por los derechos de los dos escolares, que en vez de estar siguiendo las explicaciones de sus maestros, socializándose y conviviendo con los demás alumnos, permanecen en casa perdiendo las oportunidades propias que se les presentan a sus edades. Son los profesionales los que deberían haber dado ya una solución. Al margen de la actitud de la madre, aquí hay un fallo grave de gestión de la situación por parte del centro. Deberían tener en cuenta lo que escribió un célebre psiquiatra americano: «Lo que el maestro es, es más importante que lo que enseña». No han sabido llevar el caso a buen puerto, como es su obligación, y al margen de lo que haya podido suceder en las aulas, que no todo parece haber sido correcto. No hay duda alguna de que los niños, de ningún modo, pueden ser las víctimas. Ni de los reglamentos, ni de las normas aplicadas al extremo ni de orgullos vanos. Cuando menos se ha dado un grave déficit de humanidad a la hora de enfrentar el conflicto, que debe ser solucionado de forma inmediata. En caso contrario, las administraciones competentes en la materia serán tan responsables como los que sustrajeron un mes de formación a los gemelos.

Imputaciones. Puede que ser la crisis la que ha provocado tanta sed de justicia, pero los juzgados se han llenado de montañas de folios con diligencias relacionadas con los concellos. La fiesta empezó con la detención casi televisada de los alcaldes de la operación Orquesta, que quiérase o no, ha puesto fin a la vida política de muchos de los protagonistas. Fue un duro golpe. A partir de ahí, se fueron sucediendo las imputaciones. Un día en un concello, otro en de al lado y ya muy pocos regidores se salvan. A los nuevos aún no los ha pillado el toro de los reglamentos y algunos de los veteranos sobreviven por su aseo contumaz. Ahora le toca el turno al regidor de Malpica y a su antecesor en el cargo, para los que piden hasta 8 años de inhabilitación. Levantar la mano en un pleno puede conllevar riesgo de quemársela gravemente. El asunto ya lleva ocho años de instrucción, una eternidad que puede acabar con el más resistente. Ojalá que el día que baje esta marea todo quede muy claro y sin residuos contaminantes.

Veinticinco años de tragedias y comedias

Un cuarto de siglo. Veinticinco años dan para muchas vueltas, para muchas tragedias y comedias. Entre las primeras, las del Frank-C, Os Tonechos y La Xana: 28 vidas de marineros perdidas en el mar. Tres naufragios inolvidables que apuntalaron la vocación trágica de la Costa da Morte. Silencios eternos de personas rotas acompañando los cadáveres hasta los cementerios, o familiares descompuestos buscando a su pariente entre las rocas del litoral. Semejaba que esta tierra había sido condenada a pagar un tributo de forma periódica por su fatal vocación de pescadores y hombres del mar que se jugaban la vida a diario, con cada marea. Los puertos entraron en crisis, las flotas se fueron reduciendo y la costa más occidental de Galicia fue perdiendo peso en las lonjas y en la economía. Sin embargo, también se han tomado muchas medidas para mejorar la seguridad en el mar. Y una de las grandes deudas es la devolución del helicóptero que tanto trabajo costó conseguirlo y que el viento parece habérselo llevado para siempre. Veinticinco años también de FIOT. Carballo se ha casado con el teatro después de este tiempo. Un matrimonio que parece ya inseparable, un sueño sobre las tablas del Pazo da Cultura. La vida, aquí sí, se pone la máscara para disfrutar del juego de trasladar personajes y hechos de la ficción a la realidad.