«Sicixia», una película pensada con el corazón

Xosé Ameixeiras
Xosé Ameixeiras ARA SOLIS

FISTERRA

18 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Alexandre Nerium, el poeta del fin del mundo que adorna con su pasión el museo fisterrán, escribe en un verso de Nocturnidade do sal: «Levámolo crepúsculo tatuado nas cadernas». Así, navegamos entre la crudeza más radical y los dones más generosos de la naturaleza. Si además se adereza todo ello con una tormentosa historia de amor, contada como se cuentan las cosas en los puertos de mar, tenemos Sicixia, la película de Ignacio Vilar sobre la Costa da Morte que ayer pudieron ver en un primer pase autoridades, representantes de concellos. entidades que colaboran en su producción y prensa. Emociona por momentos la cruda realidad que en forma de ficción se derrama por la pantalla. Ni siquiera hay atisbo de indulgencia con este territorio en medio de tanto lirismo. Vida y rostros conocidos para quien habita este Fisterra, cuyos paisajes, no obstante, suenan sorprendentes. Son conocidos pero se muestran desde otro prisma, el del que ha descubierto un lugar para inquietar el alma. Sicixia es además la banda sonora de la Costa da Morte. Es difícil saber si la definitiva, pero sí la nueva. Los ríos, las olas, las vacas y hasta los eólicos semejan sinfonía. Un juego enriquecedor que abre las principales puertas narrativas. Comienza y termina el filme en la huerta de algas del fondo de la plataforma litoral, una forma de sumergir al espectador en una especie de sueño hipnótico. Adentrarlo en las intenciones del autor: mostrar una tierra y un mar que apasionan a golpe de encuadre. Los sargazos van danzando al son de la ventura y de la tragedia, esa frontera en la que intencionadamente quiere el director que se navegue desde los asientos. La película está salpicada de rostros esculpidos a base de muchas travesías. Personajes con la aventura de la vida tatuada en las arrugas. Historias de novela guardadas en los cajones de unos puertos poblados de héroes anónimos y gentes que se enfrentaron a las más aviesas versiones de la vida. Las algas se siegan en el fondo del mar, para gusto de Antonio Muíños, otra de las figuras que aparecen, como también surge la energía de los caballos, el mar convertido en batalla o los violines de Bach abriendo la vía a un amor complicado que cobra fuerza con el monte de O Pindo y sus huevos gigantes de 325 millones de años medio ocultos entre el misterio de la niebla. La leyenda de la Buserana que se recrea de nuevo. En la Costa da Morte «hai cousas que non se pensan coa cabeza», dice en un momento la protagonista. Se piensan con el corazón, como Sicixia, una de esas películas que por muchas veces que se vean uno siempre encontrará algo nuevo. Es lo que tienen las cosas envueltas en pasión. Una obra que nació de una tormenta. Jim Ha Cho. Poca gente parece llorar la desaparición de Jim Ha Cho. Su mochila con la cámara de fotos, su móvil y algunos efectos personales son los únicos rastros de su estancia en el cabo Fisterra, que como a muchos otros pudo haberse tragado en un descuido. El mismo que desde hace años llevan manifestando todos los organismos públicos en los que de algún modo debería preocupar el incesante goteo de muertes y desapariciones en la proa de Galicia. Este espacio fascinante que llama por las almas inquietas no recibe respuestas de quien debería valorarlo en su justa medida. La solución no es hacer nada ante las muertes y las ausencias, que son la peor bandera que puede esgrimir Fisterra. Van ya demasiadas vidas humanas tiradas por los acantilados.

El polígono de Carballo exige una mirada

Los empresarios no suelen desenvolverse bien en las algarabías. Prefieren soluciones menos ruidosas. Sus avances son fruto de la acción directa: caminar más que hablar. Sin embargo, los industriales de Carballo se soltaron con ocasión de la campaña electoral y se ve que tienen una lista de demandas que los poderes públicos no deberían obviar. Y la muestran con razones tan fundadas como que suman 130 establecimientos, facturan más de 800 millones y dan empleo directo a un millar de personas. Argumentos de peso para que los organismos públicos pongan oídos a su voz. Dicen que es necesario un plan director para el polígono de Bértoa, cuyo desarrollo mantiene un ritmo sostenible. En ese programa incluyen nuevas infraestructuras, o lo que es lo mismo, más enlaces del propio parque con la AG-55, la circunvalación de la capital de Bergantiños prevista desde hace un lustro, y que figura en el PXOM, y el cambio de sede. Para responder a esta última demanda, los veterinarios de la Xunta deberían trasladarse al Fórum y dejarle el inmueble que ocupan ahora. Algunas aspiraciones de los industriales necesitan una vuelta (presupuestaria), pero son razonables. Lo de la sede es tan obvia y fácil de cumplir que no se entenderían demasiadas demoras. Si a Carballo le faltan los empresarios, puede ir cerrando calles.